Pobreza. Si se habla de crisis económica, el mejor referente de sus efectos en la sociedad es la mala alimentación en zonas vulnerables. JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ / EL SIGLO DE DURANGO
"Tengo mucha hambre", dijo un niño de siete años, quien, tras no ingerir alimento en varios días, degustó con ansiedad un desayuno del DIF. A los pocos minutos vomitó, pues su organismo está acostumbrado al ayuno.
El caso del menor, habitante del municipio de Nazas, es uno de los tantos que existen en el estado; en los hogares se dan dos comidas diarias, en el mejor de los casos.
REALIDAD
La situación económica por la que atraviesan las comunidades ocasiona que los padres de familia determinen qué comidas se tienen que dar, "vamos a comer o a cenar o vamos a desayunar y a cenar, es un estilo de vida dar dos comidas al día, en el mejor de los casos", dijo en tono bajo Gerardo Herrera Barragán, director de Atención y Desarrollo de la Comunidad del DIF Estatal.
"El niño está sometido a ayuno natural de un día... pudo ser su última comida a las dos de la tarde; decir que cenó un vaso de café, con todo respeto, eso no es una comida", enfatizó.
HÁBITOS
Si su organismo ingiere grasa saturada, "ahí se queda", porque su cuerpo sabe que pasarán 24 horas sin recibir otros nutrientes.
Es por esta razón que en las zonas más pobres se desarrolla más la obesidad, pues comen poco y el organismo se niega a desechar lo que no le es útil.
Las 140 mil raciones diarias de la institución están dirigidas a las zonas vulnerables, donde es evidente que los niños están mal nutridos.
Los desayunos están balanceados y se cuida que no coman en grandes cantidades, aunque no hayan comido en días. No se deben saturar.
Cuando el niño absorbe los alimentos de una manera impresionante, que incluso le puede provocar náuseas y vómito, es peligroso que el menor coma con exceso.