Tristeza. Aunque parecieran ajenos a la realidad, los expertos coinciden en que la mayoría de los indigentes es susceptible de enfermedades como la depresión, la que se sumaría a los problemas psicológicos y patológicos que ya sufren.
Las autoridades reconocen no tener un padrón exacto, aunque estiman en poco más de 100 el número de indigentes que diariamente buscan sobrevivir en la ciudad; sin embargo, es evidente que día con día ese número se incrementa.
La mayoría de ellos, platican quienes los conocen, son rechazados por su familia al tener una discapacidad física o mental, por lo que buscan consuelo realizando alguna actividad sobre las calles.
Algunos, incluso, tienen la iniciativa de servir a la ciudadanía, mostrando su buena fe sirviendo como "tránsito" o laborando como "mandadero" de los choferes de autobús.
Los más afortunados reciben ayuda humanitaria de los vecinos de los lugares en que regularmente se trasladan; otros, lo de menos suerte, han optado por obtener alimento de los desechos de los demás, lo que pone en riesgo constante su salud.
En una entrevista otorgada a El Siglo de Durango en el mes de febrero por la encargada del Área de Apoyo a Personas en Condiciones de Indigencia del Albergue de la Ciudad, Gloria Beatriz Domínguez, la mayoría de los indigentes tiene familia, pero no un hogar.
Sus cercanos, refirió, se desentendieron de ellos o de plano niegan conocerlos cuando se busca reintegrarlos al núcleo social.
Por desgracia, hoy son olvidados de los suyos y están cada vez más cerca de convertirse en "olvidados de todos".