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Los otros clásicos de los ochenta

Los Goonies (1985). El aclamado Steven Spielberg proporcionó el argumento de la extraordinaria aventura en la búsqueda de un tesoro perdido.

Los Goonies (1985). El aclamado Steven Spielberg proporcionó el argumento de la extraordinaria aventura en la búsqueda de un tesoro perdido.

Arturo González González

Si en un principio fue la curiosidad, hoy es la nostalgia. Los de 30 años para arriba y algunos recientes cuarentones reconocen una serie de películas rodadas entre 1980 y 1990 que, pese a estar lejos de los galardones y los grandes presupuestos, son irresistibles de ver en televisión o comprar en los botaderos de los videoclubes.

No son monumentales producciones, ni ganadoras de premios de la Academia. No significaron grandes éxitos de taquilla y la crítica las trató con cierta indiferencia. Sus argumentos no son elaborados y en su mayoría fueron concebidas para ‘pasar el rato’. Pero a pesar de esto, si cualquier treintañero o apenas cuarentón se topa con ellas mientras pasa revista a la programación televisiva, se detendrá a verlas, aunque sea por enésima ocasión; o si se las llega a encontrar en el botadero de algún videoclub, no dudará en adquirirla. Son las otras clásicas de los ochenta.

EL ‘CICLO HUGHES’

El género más explotado en este tipo de cintas es la comedia y uno de los realizadores más representativos fue el norteamericano John Hughes, con más de media docena de títulos en la década referida. Para muchos su nombre es desconocido, pero basta mencionar algunas de sus creaciones para saber de quién estamos hablando.

En 1983 elaboró el guión de Vacaciones (National Lampoon’s Vacation), filme cómico dirigido por Harold Ramis, sobre las peripecias de la familia de Clark Griswald, interpretado por el hilarante Chevy Chase, en su travesía hacia el parque familiar Walley World en Los Ángeles. En 1985 y 1989 repitió como guionista en las secuelas Vacaciones en Europa (Vacation in Europe), de Amy Heckerling, y Vacaciones de Navidad (Christmas Vacation), de Jeremiah S. Chechik.

Como director, Hughes rodó en 1984 la comedia romántica Se busca novio (Sixteen Candles), protagonizada por la pelirroja Molly Ringwald y el rubio Anthony Michael Hall, quienes se convertirían en verdaderas estrellas juveniles de los ochenta. Ambos compartieron de nuevo cartel al año siguiente en una obra del mismo realizador, El club de los cinco (The Breakfast Club), junto a Emilio Estevez y John Kapelos. La película, que narra el día de castigo que pasan juntos cinco jovencitos completamente diferentes entre sí, se volvió a la postre en la referencia obligada del subgénero de cine para adolescentes.

Un claro ejemplo de la mezcla de los géneros de comedia juvenil y ciencia ficción de esta época es Ciencia loca (Weird Science, 1985), del mismo John Hughes, en donde dos tipos inadaptados, Gary (Michael Hall) y Wyatt (Ilan Mitchell-Smith), crean accidentalmente a la mujer perfecta, Lisa, a quien da vida la deslumbrante Kelly LeBrock, fantasía de todos los púberes ochenteros.

Otro de los temas recurrentes en las cintas para adolescentes de la década es el de ‘irse de pinta’. La escapada de Ferris Bueller (Ferris Bueller’s Day Off, 1986), dirigida y escrita también por Hughes, es el prototipo de comedia de la aventura de un joven, en este caso Ferris Bueller (Matthew Broderick), en un día de vacación auto-otorgada.

El ciclo de Hughes en los ochenta se cierra con La chica de rosa (Pretty in Pink, 1986), una comedia romántica típica sobre el amor entre jóvenes de distinta clase social para la cual escribió el guión que llevó a escena Howard Deutch, con Molly Ringwald y Andrew McCarthy en los papeles estelares.

DE LA PARODIA A LA FANTASÍA

Otros cineastas poco conocidos siguieron los pasos de Hughes con películas de mediano presupuesto cuyo único afán era el de entretener, ya sea explotando la parodia, la ternura, la aventura y hasta la fantasía. De los filmes que siguen el camino de la sátira destaca La venganza de los nerds (Revenge of the Nerds, 1984), de Jeff Kanew, protagonizada por Anthony Edwards y Robert Carradine, que narra las vicisitudes de un grupo de estudiantes antisociales en la universidad y su lucha contra las fraternidades que los ridiculizan por ser nerds.

En el mismo tono de parodia, en 1984 aparece Loca academia de policía (Police Academy), de Hugh Wilson, con las actuaciones de Steve Guttemberg y Kim Cattrall, en la que se hace mofa del heterodoxo reclutamiento de cadetes en una ciudad de los Estados Unidos.

Academia de genios (Real Genius, 1985), de Martha Coolidge, en la que aparece Val Kilmer, muestra de manera ingeniosa y divertida la vida de jóvenes superdotados al interior de un instituto de ciencias; su final es memorable, con un rayo disparado desde un avión hacia la casa de un perverso profesor, para hacer estallar millones de palomitas de maíz.

Del mismo año son El kid celestial (The Heavenly Kid) escrita y dirigida por Cary Medoway, en la que Lewis Smith da vida a un rebelde muchacho que luego de morir en un accidente debe hacer una obra buena para poder ir al cielo; y Gotcha!, de Jeff Kanew, con Anthony Edwards y Linda Florentino, cinta que combina la comedia romántica con el suspenso y la acción para contar la aventura de un tímido joven universitario aficionado al gotcha, que conoce en Europa a una mujer y se enamora de ella.

Sin duda una de las comedias juveniles más recordadas de la década es La inocencia del primer amor (Lucas, 1986), de David Seltzer, protagonizada por las nacientes estrellas Charlie Sheen, Winona Ryder, Kerri Green y el recientemente desaparecido Corey Haim. Este último protagonizó dos años después, junto a su tocayo Corey Feldman, la alocada aventura Sin licencia para conducir (License to Drive), realizada por Greg Beeman, en la que dos amigos cogen un auto sin permiso durante toda una noche y terminan dejándolo hecho pedazos.

En el terreno de la comedia fantástica destaca Me enamoré de un maniquí (Mannequin, 1987), de Michael Gottlieb, en donde Andrew McCarthy interpreta al empleado de una tienda departamental que sostiene un insólito romance con una maniquí que de pronto cobra vida, personaje al que da vida la sensual Kim Cattrall. Otro de los clásicos del género es Quisiera ser grande (Big, 1988), de Penny Marshall, en la que el taquillero Tom Hanks representa a un joven que cumple su deseo de dejar de ser niño, de la noche a la mañana. Y cruzando la frontera de la ciencia ficción, Joe Dante dirige Viaje insólito (Innerspace, 1987), en la que un cajero de supermercado, interpretado por Martin Short, se involucra involuntariamente en un experimento cuando se le inyecta en el cuerpo una solución que contiene una microscópica nave conducida por un piloto militar (Dennis Quaid).

PELÍCULAS ‘DE AUTOR’

Pero la lista de los otros clásicos de los ochenta no sólo está plagada de realizadores poco conocidos. Cineastas hoy considerados de renombre también hicieron su contribución a este tipo de cine. Uno de ellos es Ron Howard, quien en 1984 dirigió a Hanks y a la deslumbrante Daryl Hannah en Splash, singular comedia sobre la relación entre un hombre y una sirena.

El aclamado Steven Spielberg proporcionó el argumento de la extraordinaria aventura de Los Goonies (The Goonies, 1985) en la búsqueda de un tesoro perdido. El guión fue escrito por Chris Columbus (director de varios filmes de la saga de Harry Potter); y Richard Donner (realizador de la serie Arma mortal) fue el encargado de dirigir a un elenco que incluía a Josh Brolin, Sean Astin y Cory Feldman.

El primer largometraje del excéntrico Tim Burton fue Las aventuras de Pee-wee Herman (Pee-wee’s Big Adventure, 1985), en la que el polémico cómico Paul Reubens aparece en la única caracterización por la cual se le recuerda, recorriendo medio Estados Unidos en busca de su bicicleta.

George Lucas, creador de la saga más taquillera en ciencia ficción, produjo en 1986 la cinta basada en el cómic de Marvel Howard, un nuevo héroe (Howard the Duck), dirigida por Willard Huyck, con un reparto encabezado por Lea Thompson, Jeffrey Jones y Tim Robins. En ella se cuentan las andanzas en la Tierra de un pato antropomórfico proveniente de otro planeta. Y por último Joel Schumacher, quien en 1987 rodó el clásico de clásicos de los thrillers juveniles Los muchachos perdidos (Lost Boys), con las actuaciones de Jason Patric, Corey Haim, Dianne Wiest, Kiefer Sutherland, Jami Gertz y Corey Feldman, en la que se narra la historia de una familia de Arizona que se muda a California, donde tiene que enfrentarse a un banda de vampiros adolescentes. Esta producción es una de las más exitosas adaptaciones de la figura mítica de los ‘chupasangre’ dirigida a un público joven.

Si en un principio la curiosidad fue la causa del acercamiento de los cinéfilos que hoy tienen 30 ó 40 años a los filmes arriba citados, hoy lo que incita a verlos es la nostalgia. Cada una de esas historias forma parte de la memoria de nuestra infancia y adolescencia, y de alguna manera contribuyeron a forjar una parte de nuestro carácter y gusto por el séptimo arte. Y aunque este gusto quizá se haya vuelto más exigente con el tiempo, aún no podemos resistir la tentación de dejarle en el canal en donde estén transmitiendo una de esas películas.

Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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