Ahora que tengo la oportunidad de escribir artículos editoriales sobre temas educativos, me he dado cuenta, a través de la gran cantidad de correos electrónicos que recibo, de la enorme responsabilidad que representa compartir puntos de vista relativos al ámbito educativo; opiniones que llegan a modificar la percepción que los lectores tienen sobre los temas que nos competen a todos.
En este sentido ser editorialista, se ha convertido en un "magisterio" y en un compromiso social, ya que por medio de estos escritos me he aproximado a enseñarle algo a alguien y mostrarles el vasto panorama del mundo educativo.
Bajo esta muy personal percepción, puedo explicarme y explicarles el papel del profesor y sus importantes retos. El rol del profesor ha cambiado de forma muy importante, implica ir más allá del enfoque tradicional que conlleva el proceso de enseñanza-aprendizaje, la tarea del profesor es ahora más compleja, ya que significa ayudar a formar seres humanos, que no sólo entiendan, sino que sean reflexivos, que comprendan su momento histórico, su papel en la sociedad, así como la evolución que vive su región y su país; sólo entendiendo a cabalidad estos enfoques, podemos empezar a transformar positivamente nuestro entorno.
El papel del profesor entonces, no es solamente enseñar a leer y a escribir, ni se concreta solamente en ampliar los conocimientos básicos del estudiante, es más bien un rol de líder social que tiene como responsabilidad primera, la de formar conciencias; la conciencia del mexicano de hoy y del mañana, que es finalmente contribuir a la formación social del individuo.
Bajo este esquema la tarea del maestro va más allá de lo puramente escolar, su función es más completa, más educativa, es conformar valores humanos, sociales y políticos en los niños y en los jóvenes, que el día de mañana serán adultos esenciales para la sociedad. De aquí surge que el papel del profesor debe verse como un magisterio y ser "magíster" es volverse humilde, es hacerse pequeño para que el otro crezca (el alumno), es consagrar la vida a profesar lo que se enseña y volverlo un apostolado. Con esta filosófica visión, el simple profesor puede convertirse en un verdadero maestro-magíster.
Pensar y pensarse así, convierte al proceso educativo real en algo mucho más trascendental que aplicar técnicas didáctico- pedagógicas, es trabajar como personas que buscan enseñar a otras personas con un objetivo teleológico (con una finalidad última: que el otro aprenda). Cuando se busca generar aprendizajes (no sólo conceptos, leyes y principios), sino aprendizajes procedimentales y actitudinales que nos permitan ser mejores personas.
De todo lo anterior surge el reto más importante que tenemos los profesores en la actualidad: trabajar bajo un enfoque heurístico (de búsqueda y descubrimiento constante) e integrador (que interrelacione conceptos, procedimientos, actitudes y valores).
En el primer caso, enseñar heurísticamente, significa estar atento a las interrelaciones básicas que se dan en todo proceso educativo: la relación maestro - alumno - método - escuela - familia - sociedad. En cada una de las citadas interrelaciones es importante buscar, descubrir y registrar todas y cada una de las incidencias que se presentan cotidianamente en tan complejas interacciones.
En el segundo caso, es decir educar integralmente, el reto se vuelve magnífico, ya que significa implementar la cultura de la integralidad, que busca no sólo enseñar declarativamente, sino encontrar el vínculo más cercano entre un concepto, un procedimiento, una actitud, un valor, etc.
Regresando al reto de ser maestro, la educación además de ser un apostolado, debe considerar el criterio con el que se desarrolla dicha función y que tiene como piedra angular el educando (razón de ser del profesor); pero además, es necesario retomar el papel tan importante y valioso que desempeñan los docentes, ya que durante mucho tiempo el profesor ha sido visto tangencialmente, es decir, se le han conferido más tareas políticas que educativas, lo que ha dado como consecuencia, las estructuras sindicales viciadas que actualmente padecen.
Se trata entonces de que los profesores cumplan con las tareas que el proceso histórico les ha asignado, que revaliden su formación personal y profesional, que vuelvan a ocupar el lugar que merecen dentro de la sociedad, que recuperen el prestigio perdido, que reivindiquen el nivel de vida que requieren (más y mejores salarios), que revisen permanentemente las técnicas pedagógicas contemporáneas, que conozcan a profundidad las reformas educativas vigentes, que mejoren sus niveles de capacitación y sobre todo que luchen constantemente por validarse socialmente.
Para lograr todo lo anterior, será necesario recuperar la vocación magisterial, que parece perdida, el orgullo de ser maestro debe prevalecer por sobre la lucha cotidiana por el salario y la subsistencia; sin la recuperación de la mencionada vocación magisterial, la escuela podrá tener todos los recursos materiales y la infraestructura, las técnicas didácticas más modernas, las aulas más relumbrantes, etc., pero los alumnos carecerán de lo más importante: el espíritu que les convenza de ser mejores personas.