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Luto en las letras

Periférico

LUIS GUILLERMO HERNÁNDEZ ARANDA

Enfrentarse a la pantalla en blanco siempre es difícil. Decidir sobre qué escribir lo es aún más. Antes de redactar estas líneas varios temas daban vuelta por mi cabeza: la proximidad de las elecciones en Durango, el triunfo de la Selección Mexicana sobre Francia, el desaire a la marcha por la paz y el "bono de marcha" que se van a dar los regidores de Gómez Palacio (aunque lleven semanas negando su intención de autopremiarse por celebrar "maratónicas" sesiones de Cabildo de cinco minutos).

A excepción del triunfo contra Francia, todos los temas tienen en común que son malas noticias locales (los procesos electorales nunca levantan mi ánimo, así que lo catalogo como una mala noticia).

Sin embargo, en lo personal, que un mismo fin de semana mueran dos de los escritores más influyentes del siglo XX eclipsa los demás temas. José Saramago muere el viernes a los 87 años, un día después Carlos Monsiváis deja de existir a los 72 años.

El gran cronista mexicano es un autor obligado para todos aquellos que estudiamos comunicación y particularmente para quienes decidimos dedicarnos al periodismo. Sus crónicas son un manual para todos aquellos que intentamos explorar dicho género periodístico.

Monsiváis lo mismo escribió de política, que de rock y de futbol. Personajes como El Santo y Juan Gabriel fueron parte de sus textos, retratando como nadie la cultura popular mexicana.

José Saramago también es un autor obligado, pero no en las aulas cuando se estudia periodismo, sino para todos aquellos que gustamos de la literatura que nos confronta, que nos obliga a pensar y a reflexionar sobre nuestro entorno.

Saramago a través de su obra nos obliga a voltear a nuestro lado humano. Recuerdo el impacto que me causó leer El Evangelio según Jesucristo o su Ensayo sobre la ceguera, en una época que vivía en un cuarto de asistencia en Saltillo y no había nada ni nadie que me distrajera de la lectura. En la soledad de ese cuarto Saramago me atrapó con su obra y un estilo inconfundible de violar las tradicionales reglas de puntuación.

Apenas el sábado en su columna El Síndrome de Esquilo, Vicente Alfonso cuestionaba ese "extraño fenómeno que ocurre cuando muere alguien que físicamente está lejos, pero cuya obra está cerca, mezclada con la memoria y los principios de uno". Y así sucede, cuando muere un cantante que marcó nuestras vidas o en este caso dos escritores que se mantuvieron alejados de los poderosos para mantener intacto su compromiso social.

De Monsiváis nos queda una obra vastísima que leer o releer, la cual empezó en 1970 con Días de guardar y culminó en 2009 con su libro Apocalipstick. De Saramago tenemos su primer libro que publicó en 1947 y que lleva por nombre Tierra de Pecado. Su último texto lleva por título Caín y fue publicado también en 2009, en este libro Saramago hace una revisión de los primeros libros de la Biblia. Por cierto, su postura crítica a la Iglesia Católica provocó que su obra nunca fuera bien vista por la Santa Sede.

A pocas horas de la muerte de Monsiváis el también escritor José Emilio Pacheco escribió en la edición digital del periódico español El País que no concebía a México sin la presencia de su amigo.

"No puedo concebir un México sin la presencia ubicua de Carlos Monsiváis. Durante muchos años nos acostumbramos a leerlo, a escucharlo en conferencias por todas partes y en programas de radio, y a verlo en la televisión a tal punto que parece imposible resignarse al nunca más".

Monsiváis siempre vivió rodeado de sus libros y sus gatos, eran sus grandes amores de ahí que en alguna ocasión llegara a confesar que:

"Sin mis libros me sería imposible vivir y sin mis gatos, también. Los libros no maúllan ni los gatos proporcionan sabiduría, por eso no podría elegir. Preferiría entonces vivir sin mí".

Esta columna siempre habla de temas locales, pero el fin de semana fue triste para aquellos que nos gusta la literatura. Ya habrá tiempo para volver a hablar de elecciones, bonos de marcha e ineficacia de las autoridades, finalmente y por desgracia, la inseguridad ahí seguirá por un buen tiempo al igual que la corrupción de la clase política.

Monsiváis y Saramago ejercieron el periodismo, los dos comulgaron con ideas de izquierda y los dos criticaron siempre el poder. Los dos murieron el mismo fin de semana. Un fin de semana de luto para las letras.

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