En nuestro país aún hay muchos pasos por avanzar en cuanto a apoyo a las deportistas, ya que no se cuenta con ninguna liga profesional femenil.
Desde el inicio de los tiempos a las mujeres se les marginaba de cualquier práctica deportiva. El primer antecedente de discriminación lo encontramos en los antiguos Juegos Olímpicos de Grecia, pues se prohibía tajantemente cualquier participación de las féminas, que incluso eran condenadas a muerte si llegaban a observar a los atletas en acción, ya que éstos competían desnudos.
Siguiendo con la historia del olimpismo, fue hasta 1900 que se añadieron pruebas femeninas a los juegos: el golf y el tenis. De los 1,070 competidores seis fueron mujeres, marcando así un hito en la Historia, muy a pesar del fundador de los juegos modernos, el barón Pierre de Coubertin, quien educado en el machismo de la época, en alguna ocasión dijo: “Las mujeres sólo tienen una labor en el deporte: coronar a los campeones con guirnaldas”; Coubertin afirmaba que la presencia femenina en un estadio era “antiestética, poco interesante e incorrecta”.
Alice Milliat fue una pieza clave en la lucha por erradicar al machismo del ámbito. De origen francés, Milliat siempre practicó deportes y al ver que los Juegos Olímpicos eran la máxima justa, pero que la mujer tenía poca cabida en ella, decidió emprender su propia cruzada contra la misoginia del Comité Olímpico Internacional y de la Federación Internacional de Atletismo.
Gracias a esfuerzos como el suyo, a partir del siglo XX que las féminas empezaron a incursionar en todo tipo de actividades deportivas, desde las clásicas como el tenis hasta las más duras como el boxeo, aunque siempre lidiando con todo tipo de estigmas sociales, estereotipos culturales, dificultades y obstáculos que a lo largo de milenios se gestaron en el consciente colectivo de las sociedades. “Son inferiores a los hombres”, “competir es para los varones”, “las deportistas son lesbianas”, “a las damas no les interesa el deporte”, “entre los hijos y la cocina no tienen tiempo para entrenar”, son sólo algunas de las ideas que formaban el panorama con el que debían combatir las primeras deportistas.
LA NUEVA LUCHA
Si bien en la actualidad las ideas machistas han disminuido considerablemente, la mujer sigue enfrentando otros retos bajo el mismo colofón discriminatorio de la sociedad. Aún en el presente a la imagen masculina se le vincula con la fuerza, la potencia, la velocidad y la ferocidad, mientras que a la femenina se le identifica más con la gracia, la belleza, la flexibilidad, lo rítmico. Incluso para algunos padres de familia es preferible que sus hijas practiquen tenis o gimnasia en vez de basquetbol o fútbol, al considerarlos más ‘adecuados’ para su sexo, dejando claro que no se han superado por completo los estereotipos sexistas.
A pesar de que las mujeres han alcanzado niveles muy altos en casi todos los campos deportivos, son contadas las que llegan a figurar profesionalmente. Tal es el caso del fútbol, el baloncesto y el voleibol, son muy pocos los países que cuentan con ligas profesionales femeniles, pues aunque hay un alto desempeño en competencia, los equipos no atraen el interés del común de la población.
Esta situación ha sido alimentada por los medios de comunicación quienes venden el deporte como un espectáculo masculinizado y enfocan sus recursos en ese sentido; de ahí que veamos que los eventos que generan mayores audiencias y ganancias son protagonizados por varones: peleas de box, el Super Tazón de la NFL, la Copa Mundial de Fútbol, etcétera. Es así que percibimos como grandes atletas sólo a los hombres. Un ejemplo lo tenemos en la estadounidense Mia Hamm, considerada una de las mejores futbolistas del mundo. En la universidad fue apodada Jordan, por sus logros equiparables a los del basquetbolista Michael Jordan; la comparación es una pequeña muestra de machismo, pues bien se pudo resaltar su propio apellido y no el de una estrella de otra disciplina. Por otro lado la alemana Birgit Prinz ganó el título de la FIFA a la mejor jugadora del mundo durante tres años consecutivos, y ha sido campeona mundial en dos ocasiones: los mismos logros del brasileño Ronaldo a quien todos reconocemos como una celebridad, a diferencia de Birgit, que es prácticamente una desconocida.
Pero no únicamente los medios prefieren a los varones, también los patrocinadores le apuestan más al sexo masculino. Durante tres años la mexicana Lorena Ochoa dominó el ranking mundial de la Liga Profesional Femenil de Golf (LPGA por sus siglas en inglés), siendo la mejor golfista del orbe. Sin embargo su margen de ganancias en patrocinios estuvo muy alejado de los millones de dólares que Tiger Woods se embolsa en el mismo renglón.
Otro reto que enfrentan las deportistas es el estigma sexista de la belleza. Las guapas son más populares y reciben mayor atención, comparadas con otras que quizá tienen más éxito en sus respectivas disciplinas, pero no son tan agraciadas estéticamente. Un claro ejemplo lo vimos durante los Juegos Olímpicos de 2008, donde la rusa Yelena Isinbayeva acaparó las miradas a nivel internacional por su hermosura, opacando a otras atletas que consiguieron mayores logros. Asimismo, las hermanas Williams, Venus y Serena, han conquistando infinidad de títulos en el tenis y su habilidad es indudable, pero las rusas Anna Kournikova y Maria Sharapova han resaltado más, gracias a sus estilizadas figuras y a que encajan en el estereotipo de la belleza: son rubias y bonitas. Eso las ha colocado en portadas de revistas y periódicos por todo el mundo, facilitándoles jugosos contratos con patrocinadores tanto en el deporte como en la moda.
EL PANORAMA EN MÉXICO
En nuestro país aún hay muchos pasos por avanzar en cuanto a apoyo a las deportistas, ya que no se cuenta con ninguna liga profesional femenil. Quienes destacan son ‘garbanzos de a libra’ que gracias a sus esfuerzos personales han cosechado triunfos en diferentes competencias internacionales. Tal es el caso de las medallistas María del Rosario Espinoza, taekwondoín, y Paola Espinoza, clavadista. Durante las olimpiadas estuvieron en boca de todos, pero ahora están en el olvido. Después de obtener sus respectivas medallas disfrutaron de cierta fama y recibieron ayuda por parte de algunos patrocinadores, pero nada comparable a los beneficios que reciben los jugadores de la actual Selección Mexicana, que aun sin ganar nada aparecen en comerciales las 24 horas del día.
Así, aunque las mujeres mexicanas han dado la cara por el país en las últimas justas internacionales, el machismo intrínseco de nuestra cultura sigue buscando ídolos sólo en el fútbol nacional, el box o el béisbol, evitando que el deporte femenino siga creciendo. Es importante reflexionar al respecto y comenzar a apoyar por igual a nuestros atletas, independientemente de cuál sea su sexo.
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