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Males tangibles, remedios invisibles...

Hora Cero

ROBERTO OROZCO MELO

El anuncio de la empresa bancaria "Santander" publicado antes de ayer en los medios impresos de comunicación social, no mejora nuestro ánimo al leer su titular "¿Coahuila, cuándo ha sido fácil?".

La institución que suscribe el aviso auto responde: "Está claro que vivir aquí nunca ha sido fácil. Esta tierra es dura y a pesar de eso, o gracias a eso, la gente del norte ha descubierto el valor del trabajo, por eso han hecho lo que han hecho y por eso, en estos momentos, merecen apoyo".

No sabemos si el anuncio bancario ofrece, aparte de bellas palabras, un respaldo eficaz, concreto y sonante; por ejemplo la opción de acudir a tramitar un inmediato plan crediticio con bajos intereses. Queda claro que existe esa opción, y no viene al caso ponerla en tela de duda. Lo destacable es que además de que la dicha publicidad toque nuestras fibras coahuilenses, también intenta exponer nuestra cruda realidad en unas cuantas líneas.

Sí, es muy cierto, para Coahuila nada ha sido fácil. Es Coahuila una entidad federativa de la República que mantiene y sobrelleva diversas y difíciles condiciones metereológicas ya que pose un clima y un sistema pluvial errático que tan pronto hacen caer una lluvia fuerte, constante y mojadora, como lanza tormentas acuíferas sobrecogedoras hasta para los espíritus más temerarios y resueltos.

De lo demás ya antes se han encargado los hombres que equivocaron el camino al construir edificaciones y conjuntos habitacionales de interés social sobre tierras blandas, bajas y huecas en las qué, además, han levantado muros y cegado arroyos, azolvando acequias y cambiando el rumbo natural de las corrientes pluviales por otro tipo de conducciones y canales, no siempre convenientes.

El sistema climático irregular de Coahuila, como hemos visto últimamente, y la calidad de nuestros suelos concurren a dificultar nuestras vidas. La capa superficial de nuestra tierra es pedregosa a veces, caliza en otras, dura y casi impenetrable en el campo llano, si bien resulta buena para el desarrollo de una vegetación xerófila, así sea de guayule, candelilla y otras tantas plantas que por su naturaleza requieren de medios secos, escurridos y oreados a lo máximo.

En cambio las tierras suburbanas suelen ser atractivas y tanto que se convierten en objetos de la codicia humana si acaso colindan con las áreas más o menos habitadas y en proceso de doma.

Aún abandonadas y áridas las susodichas superficies devienen apetitosas ante hombres y mujeres de negocios, quienes no se quiebran ni se doblan frente a las desventajas o ventajas que ofrecen los buenos terrenos y su adquisición a un cómodo precio. Quizás después vaya a resultar compleja y costosa la urbanización, y no sean fáciles de conseguir los permisos de la autoridad municipal, que como cualquier proyecto urbanístico, debe pasar ante varios comités de opinión ciudadana previamente, sin iniciar la aventura de erigir modestas o medianas viviendas no autorizadas, que casi siempre se erigen con febles materiales.

Otros son quienes vivos, muy vivos, demasiado vivos, sientan sus reales en las orillas de los arroyos sin contar con algún permiso federal, municipal o particular, para luego expandirse sobre las tierras adjuntas de valor, que son generalmente ajenas. Y hay pobres, muy pobres, demasiado pobres, que se arriman a las irregulares construcciones con la esperanza de tener una casa nueva con sólo entregar un enganche comprometedor y firmar varias, muchas, letras de cambio. Ocupan así el inmueble, lo amueblan también a plazos, lo habitan y lo equipan hasta que un mal día ven cómo las lluvias lo azotan y lo inundan, hasta acabar con sus hogares y destruir sus sueños.

En estas latitudes no se lucha únicamente por la subsistencia económica, también se batalla para mantener una elemental supervivencia sin desalentar los sueños preconcebidos; más por desgracia siempre son las clases sociales menos favorecidas las que transitan el abrupto camino de la vida moderna, pleno de ofertas paradisíacas, que luego se convierten en puras adversidades como cualquiera de sus múltiples presentaciones, si vale esta liberalidad en la expresión. Mas no son solamente unos cuantos individuos quienes hoy sufren pérdidas y experimentan hambres y angustias; todas y cada una de las regiones que integran el rompecabezas geográfico del noreste mexicano podrían narrar sus propias atribuladas experiencias ante las repetidas catástrofes que han sufrido.

Hoy se dice que para resolver los daños causados por el ciclón Alex y su consecutivo similar se necesitan miles de millones de dólares en dinero contante y sonante. La reconstrucción será otra cosa; pero ¿dónde están los magos que ejecutarán las obras, y dónde encontraremos el tiempo disponible para que esta ejecución resulte completa, eficaz y eficiente?

El país tiene en su cochino cochinito más de cien mil millones de dólares que, guardados, aseguran la estabilidad de la moneda para que ésta proteja los ahorros, las inversiones a plazo fijo y la tranquilidad de quienes, hoy por hoy, son los dueños del dinero que guarda el Banco de México y cuida celosamente el Gobierno de la República.

Este dinero podría financiar la rehabilitación de los daños, comentó en voz alta... "Y aunque así fuera ¿yo qué, en qué me "remedeo" rezongó mi amigo el filósofo de San Francisco. Y usted, lector, en qué se va a remediar y en qué también podrían hacerlo más de cien millones de pobres y famélicos ciudadanos en crisis... ¿cómo se podrán remediar?

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