"Nuestro plan es crear empleos, promover paz y reconciliación, y garantizar la libertad de todos".
Nelson Mandela
IUDAD DEL CABO, SUDÁFRICA.- Pocos países tienen el privilegio de contar con la presencia viva del padre de la patria. La República de Sudáfrica, sin embargo, tiene todavía a Nelson Mandela, quien a los 91 años de edad es objeto de una reverencia generalizada. Negros, blancos,
(mulatos) y asiáticos lo respetan como el tolerante fundador de un país democrático y multirracial.
Esta semana visitó la isla de Robben, donde se encontraba la cárcel de alta seguridad en que Mandela estuvo detenido 18 de sus 27 años de prisión. Los guías son ex reos que hoy explican con una emotividad que cala hondo los horrores ocurridos en la isla durante décadas. Más que guías turísticos parecen activistas que quieren mandar un mensaje político al mundo.
Rolihlahla Mandela nació en el seno de una rama menor -sin derecho a la sucesión- de la dinastía Thembu de Transkei, un territorio xhosa de la provincia del Cabo. Una maestra le dio el nombre inglés de Nelson durante su niñez, el cual él conservó. Empezó estudios de licenciatura en Fort Hare, pero tras involucrarse en un boicot a las políticas de la universidad se le ordenó dejar la ciudad. Tras negarse a contraer un matrimonio arreglado por su tutor, se estableció en Johannesburgo. Ahí terminó una licenciatura en humanidades por correspondencia y empezó estudios de derecho. Se involucró también en actividades de rebeldía al régimen racista surgido en Sudáfrica a partir de las elecciones de 1948.
Simpatizante en un principio de las tácticas de protesta no violenta de Mahatma Gandhi, Mandela pasó a ser líder del brazo armado del Consejo Nacional Africano (ANC). Llevó a cabo actos de sabotaje y en 1962 fue detenido. En su juicio argumentó que la decisión del Gobierno de despojar a los negros de derechos no permitía más opción que el recurso a la violencia.
Bajo un duro régimen carcelario en el que realizó durante años trabajos forzados en una mina de cal, lo cual afectó su vista de forma permanente, Mandela cursó la carrera de derecho por correspondencia. Se le permitía recibir una carta y un visitante cada seis meses. Desde la cárcel se convirtió gradualmente en una figura reconocida a nivel internacional. Un boicot económico y deportivo internacional empezó a generar desde los años setenta una enorme presión en contra del régimen del
El presidente F.W. de Klerk entendió que Sudáfrica no podía continuar por el camino del racismo. En 1990 eliminó la prohibición al Congreso Nacional Africano y otros grupos negros de oposición y liberó a Mandela de la cárcel en un acto que fue televisado a toda Sudáfrica y al mundo. Mandela pronunció un discurso en el que rechazó la posibilidad de venganza y pidió una reconciliación nacional. Tras ganar junto con de Klerk el Premio Nobel de la paz en 1993, Mandela fue electo presidente de la República en la primera votación abierta a toda la población en 1994.
Al contrario de otros líderes africanos, como Robert Mugabe de Zimbabwe, Mandela respetó el sistema de libre empresa y se negó a perpetuarse en el poder. Entregó la presidencia en 1999 al terminar su quinquenio de Gobierno.
La República de Sudáfrica, hoy anfitriona de la Copa del Mundo de futbol, lucha por construir una sociedad con prosperidad para todos a pesar de sus enormes niveles de crimen y desempleo. Mandela -o Mandiba, como muchos lo conocen por respeto- sigue siendo una figura reconocida por todos. Es un verdadero padre de la patria, como muchos en el mundo desearíamos tener.
ENEMIGO PELIGROSO
En el papel no hay nada que pueda hacer la Selección Mexicana frente a la poderosa escuadra argentina. El único factor que podría derrotar a los argentinos es su propio orgullo. Algunos parecen ya estar pensando en unos cuartos de final en que enfrentarían a Alemania o a Inglaterra. Pero el enemigo que no se ve puede ser el más peligroso.