Cada 12 de diciembre, festejamos a María de Guadalupe: la Virgen del Tepeyac, que según la historia, se apareció al indio Juan Diego, pidiéndole hablara con el obispo para pedirle que le construyeran un templo.
La historia es conocida y quedó asentada en un códice, escrito por Valeriano, nombre del indígena escribano, autor del Nican Mopohua.
La controversia inició casi de inmediato, encabezada por un grupo de religiosos que se oponían a la difusión de la historia, afirmando que era un cuento inventado por Fray Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México, que ordenó al indio Valeriano escribirla y a otro indio llamado Marcos, la pintara.
Sin embargo, el doctor Miguel León Portilla y el sacerdote Ángel María Garibay, ambos historiadores de prestigio y mucho peso, describieron el manuscrito como: "una muestra extraordinaria de la literatura Náhuatl", escrito hacia 1560.
En él se lee:
"Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; Creador, Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa Madre".
Se sumaron numerosos estudiosos y científicos, que encontraron verdaderos prodigios en la obra, que, hasta la fecha, se encuentra en muy buen estado en la Basílica de Guadalupe.
Recuerde que fue impresa sobre tela burda de un ayate -manto indígena- que, según análisis de durabilidad, en condiciones ideales de clima y exposición, tiene una vida de no más de treinta años.
Esa Virgen María, es la representación americana más importante para todos nosotros; su devoción ha llegado a casi todos los rincones de Latinoamérica y el Caribe, siendo llevada como estandarte en nuestra gesta independentista y compañera fiel en todos los momentos importantes de los creyentes.
Ella, no es otra que la Miriam Palestina, madre de Jesús e hija de Joaquín, rico ganadero y Ana, mujer entrada en años que se vio embarazada cuando había perdido la esperanza de descendencia.
De María hemos recibido muchas y bellas historias, siendo ejemplo de virtudes humanas femeninas, como la gestación, el cuidado de los hijos, el amor filial y el respeto a la vida social; todo, encabezado por un distintivo enorme: su fe en Dios.
De entre las historias de su vida, sobresale la del milagro de Las Bodas de Canaán, cuando familiares de ella festejaban la unión de un matrimonio y, tal vez por limitaciones económicas, no alcanzaron a comprar el suficiente vino para el festejo.
María, sabedora del demérito social de sus familiares entre los asistentes, por no contar con las bebidas suficientes, pidió -una manera dulce de insistir con amor- a su hijo Jesús, que ayudara a la pareja a salir del aprieto.
Luego de resistirse un poco al pedido de la madre, el joven ordenó llenaran tinajas con agua y transformándolas en vino, produjo el primer milagro.
Algunos cristianos hablamos de ese primer prodigio de Jesús, como referencia al amor y la obediencia del hijo a la madre, tanto que: ¡adelantó su tiempo de predicación!
Hay otros textos, dentro de los conocidos como Apócrifos del Nuevo Testamento, que nos cuentan parte de su historia, misma que sin ser autorizada por la Iglesia Católica, si ha sido útil para dejar bellas historias que, por tradición, son contadas por algunas madres a los hijos antes de dormir; sobre todo, contribuir a la formación de nuestra moral cristiana e infundir valores de bien, belleza y hasta justicia entre los creyentes.
Fue tanta la devoción de Joaquín y Ana -sus padres- a Yahvé, que además del enorme agradecimiento por haberles concedido la dicha de una hija, luego del nacimiento de María, hicieron grandes ofrendas a Dios, a los sacerdotes y entregaron cien cabritos para festejo del pueblo.
También decidieron entregarla al templo a partir de los tres años, que según el texto conocido como Apócrifo del Pseudo Mateo: "... era la admiración de todo el pueblo, pues teniendo sólo tres años, andaba con un paso tan firme, hablaba con una perfección tal y se entregaba con tal fervor a las enseñanzas divinas, que nadie la tendría por niña, sino por una persona mayor..."
En el protoevangelio de Santiago leemos: "... al cumplir la niña un año, dio Joaquín un gran banquete, invitando a los sacerdotes, a los escribas, al Sanedrín y a todo el pueblo de Israel. Y presentó la niña ante los sacerdotes, quienes la bendijeron con estas palabras: '¡Oh Dios de nuestros padres!, bendice a esta niña y dale un nombre glorioso y eterno por todas las generaciones"!
Sin duda son historias hermosas que nos remueven lo mejor de nuestra esencia, quedando mucho por reflexionar.
Ydarwich@ual.mx