Nadie está obligado a lo imposible. La antigua consigna del mundo jurídico nace del sentido común. Las normas no pueden exigir lo que no es viable. El principio se aplica a las personas, a las instituciones y, por qué no, a los países. Veamos.
En pocas horas nos enteraremos de los resultados de las elecciones de medio término que hoy se llevan a cabo en los Estados Unidos. Barack Obama, quien hace sólo veinticuatro meses era mirado como un nuevo sol del poder demócrata, muy probablemente se irá hoy a la cama habiendo perdido varios bastiones. Pero para los mexicanos esta elección tiene una importancia más allá de los ajustes entre demócratas y republicanos. El referendo para legalizar el uso "recreativo" de la marihuana en California debe convertirse en un punto de inflexión, en un quiebre en la ruta que el presidente Calderón impuso en la lucha contra narco.
Hay quien sujeta ese quiebre a la victoria de la legalización. Esa sería la mejor versión para iniciar el debate internacional. Sin embargo, parece que no será así. Ya veremos. Pero incluso si la legalización es rechazada, México tiene en el hecho una oportunidad de oro. Calderón tomó hace cuatro años una decisión sin conocer la profundidad y alcances de la entonces llamada guerra. Él mismo lo ha admitido. Hay quien ve un oportunismo legitimador en su decisión. Quizá hubo algo de ello, sin embargo basta con revisar las zonas en las cuales la pérdida de control era evidente, como Michoacán o Tamaulipas, para aceptar la necesidad de acciones del estado mexicano.
Calderón se va dentro de veinticinco meses y por sus declaraciones recientes -"no hay otro camino"- queda claro que no piensa virar un ápice. De seguir las tendencias se habrán gastado varios cientos de miles de millones de pesos, muchas veces lo que se invierte en Oportunidades en un año, en esa lucha. La penetración de autoridades y cuerpos policiacos escalará, ya llega a 7 de cada 10 municipios. Como anécdota de la semana está la aceptación tácita de la Arquidiócesis en Desde la Fe de que todos los sectores están involucrados, ellos incluidos. La exposición de las Fuerzas Armadas en los operativos puede provocar más atrocidades y el número de muertos podría rondar los 50,000, la mayoría jóvenes. De seguir por donde vamos las escenas dantescas como las más recientes en Tepic, Tijuana, Chihuahua y Ciudad Juárez se habrán convertido en la imagen preponderante de México en el exterior con el severísimo daño en inversión, crecimiento y empleo. Por supuesto siempre quedará la pregunta contrafactual ¿y si Calderón no hubiera actuado?
Lo paradójico del caso es que todos salen -salimos- perdiendo. Calderón por ser el responsable último de una estrategia que no puede obtener victorias y que sellará su gestión. Las Fuerzas Armadas por el peor desgaste interno y externo desde el 68 y el país todo por los costos de la sangría metafórica y real. ¿Cuántos odios quedarán sembrados y por cuánto tiempo? Qué decir de los narcos que habrán puesto decenas de miles de vidas y habrán vivido en un infierno terrenal. Todo esto para perseguir productos de los cuales está ávido el consumidor estadounidense, ávido y dispuesto a pagar casi lo que sea. Es fácil decir que Calderón se equivocó, pero cuál es la alternativa. Regreso a mi tesis inicial, pase lo que pase en California, México tiene hoy la autoridad moral para convocar a una reunión internacional -con países productores, de tráfico y consumidores- para discutir nuevas estrategias.
Más allá de California, otras trece entidades de la Unión han legalizado el consumo medicinal. Los establecimientos de venta se cuentan por cientos. Estados Unidos es ya el principal productor de marihuana, nada más California produce casi el doble de México. ¿Qué es esto? No sólo enfrentamos una doble moral sino que además México es ya actor principal en el teatro del absurdo. No voy a reproducir los argumentos económicos, sociales y legales lanzados desde hace tiempo por publicaciones como The Economist sobre las ventajas de la legalización. Nexos en su número de octubre ha publicado un excelente dossier al respecto que además tiene el mérito de venir respaldado por la publicación.
México no puede seguir pagando el costo de esta estrategia. El presidente, sea quien sea, no puede exigir a las Fuerzas Armadas y a las policías entregar sus vidas por un producto que es legal del otro lado. No estamos solos, el presidente colombiano lanzó un claro buscapiés, es el momento de unir fuerzas y dar el paso a la discusión. Calderón hizo público su rechazo personal a la legalización. Pero para México ese no es el punto, si de verdad quiere dejar una herencia que esté más allá de la sangre, está obligado a reconocer los límites de sus acciones y la necesidad de ir a un nuevo capítulo. No es un asunto de ética personal de honor y orgullo, sino de sano sentido común, de viabilidad republicana, de supervivencia estatal. Nadie está obligado a lo imposible.