Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

JACOBO ZARZAR GIDI

LOS BIENES MATERIALES

“Yo estoy en la puerta y llamo, si alguno me abre, entraré y cenaré con él y él conmigo”.

Jesucristo

Dos hombres se encontraron junto a las riberas del río Ganges en la India. Uno de ellos era un occidental que provenía de los Estados Unidos, y el otro, un oriental nativo de estos lugares. El oriental preguntó al americano: "¿Tú quién eres?". Éste le respondió entregándole de inmediato su tarjeta de presentación, diciéndole cuál era su "currículum vitae", comentándole acerca de todas las propiedades que tenía en la Unión Americana, su casa de descanso en Hawai, y las acciones que poseía en diferentes compañías transnacionales. Cuando terminó de dar a conocer su identificación, el americano preguntó al hindú: "¿Y tú quién eres?". A lo que éste respondió: "Yo soy un hombre en busca de Dios, que no necesito 'tener' para 'ser'".

Esta conversación poco común entre dos personas de diferente cultura, nos hace reflexionar que somos muchos los que necesitamos "tener", para llegar a "ser", y son muy pocos los que llegan a "ser", sin necesidad de "tener".

A principios del siglo pasado, mis abuelos -al igual que muchos inmigrantes que arribaron a estas tierras, lo que ansiaban era "tener", para llegar a "ser". Y para conseguirlo, trabajaron incansablemente hasta que se presentó el último instante de su vida.

Una costumbre muy arraigada en nuestros días y en nuestra sociedad, es "etiquetar" a las personas por lo que tienen y no por lo que son. Conocemos los bienes materiales que posee cada quien a su nombre, y de esa manera les damos una calificación del uno al diez según su riqueza, colocándolos mentalmente a un determinado nivel en nuestra sociedad. Si alguien obtuvo abundantes títulos académicos, pero no ganó con ellos una gran fortuna, afirmamos que se trata de un soñador que ha perdido miserablemente el tiempo. Si alguien más es un estudioso investigador, pero su trabajo no le ha redituado ganancias económicas suficientes, decimos que de nada le sirvió pasar por la universidad y que desgraciadamente nada supo hacer en la vida. Así somos de crueles para catalogar a las personas. No las valoramos por lo que saben, ni por su inteligencia, ni por su honradez, y mucho menos por su buen comportamiento. No nos interesa si han sido buenos padres o madres de familia, nos es indiferente si tienen sólidos principios morales, y si han sido excelentes capitanes para conducir su propia nave por aguas turbulentas.

Los bienes materiales -entre los que se encuentra el dinero, nos dan, al tenerlos, cierta tranquilidad y seguridad para el presente y el futuro. Es importante aclarar que el dinero no es bueno ni malo, es neutro, todo depende cómo lo utilicemos para el bien de nuestra familia, de la sociedad en la que vivimos, y de nosotros mismos. Este valor, tan imprescindible y escaso, sirve para obtener comida, ropa, vivienda, medicinas y educación. Sin dinero, prácticamente es muy poco lo que podemos hacer. Mi padre decía que si una persona gana un peso, y acostumbra gastar un peso con diez centavos, su patrimonio irá disminuyendo, y de seguir así, muy pronto habrá quebrado.

Estamos sentenciados a producir riqueza con nuestro propio trabajo para poder llegar a tener con el tiempo lo más indispensable. No podemos dejar de trabajar porque las necesidades son muchas y cada vez serán más en un futuro cercano.

Algunas personas adoran el dinero y lo persiguen como si se tratara de un valor único, supremo e indispensable. Se olvidan que la vida y la salud son valores que se encuentran muy por encima del dinero. Hay gente enferma, muy rica, que no se puede curar, a pesar de tener grandes cantidades de dinero, porque la ciencia médica aún no ha descubierto un remedio al padecimiento que les aqueja. Manejando bien los bienes materiales que tenemos, ya sean muchos o pocos, podemos ser amigos de Jesucristo y obtener la salvación eterna que tanto nos preocupa. San Gregorio decía que "Desde que me decidí por Cristo, me he sacudido todas las pasiones y nada me atrae ya de lo que es amado y buscado por los demás".

En ese torbellino de situaciones en las cuales nos vemos envueltos diariamente para sacar adelante a nuestra familia, no debemos olvidar los principios morales que son la columna vertebral que habrá de sostenernos. Otorguemos un reconocimiento a todas aquellas familias que "sin tener" bienes materiales suficientes, han sabido "ser", para que sus hijos y nietos avancen por el buen camino. Un voto de confianza para todos aquéllos que no se rindieron y que con valor extraordinario estuvieron al pendiente de sus hijos en los momentos más difíciles de su vida. A los que supieron inculcar en sus descendientes la fe en Jesucristo y la esperanza en una segunda vida que será eterna. A los que conservaron la mente lúcida, la fuerza y los talentos para continuar por el camino recto. A los que tomaron la decisión de seguir siendo colaboradores de Dios para salvar el mundo. A los que su esfuerzo dio frutos y fueron perseverantes. A los que se convirtieron en apóstoles y con el fuego del Espíritu Santo ayudaron a incendiar los corazones de tantos fieles cristianos que durante mucho tiempo permanecieron apagados... Porque es muy sencillo huir, perder el rumbo, declinar el esfuerzo, abandonar la lucha y dejar para más adelante lo que urge en estos momentos, porque es muy fácil sentirse enfermo, deprimido y acobardado en los instantes precisos cuando más nos necesitan. Es muy simple y cómodo seguir siendo de esa manera, pero no es una actitud de hombres que se consideran hijos de Dios, y que lo seguiremos siendo hasta la eternidad.

Dejemos a un lado la silla de ruedas mental en la cual estamos cómodamente sentados, arrojemos al suelo las muletas que sostienen nuestro peso y que verdaderamente no necesitamos, tiremos a la basura esos lentes oscuros que nos aíslan del mundo permitiéndonos pasar inadvertidos para no involucrarnos con la gente, y demos los primeros pasos para hacerle frente a la vida con valor y gallardía. Todo esto, porque nuestra alma es el campo propicio que ama el Sembrador, y no la podemos descuidar.

jacobozarzar@yahoo.com

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 504242

elsiglo.mx