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JACOBO ZARZAR GIDI

EL LLANTO DE LA VIRGEN

El día seis de mayo del 2010, en Anjara, Jordania, una religiosa en compañía de algunas niñas del colegio, se encontraban ordenando el santuario. Mientras la Hermana limpiaba el vidrio de la gruta donde se encontraba la imagen de Nuestra Señora del Monte -cuya puerta había permanecido cerrada con llave desde el día anterior, vio los ojos de la imagen parpadear, al mismo tiempo que tomaba un aspecto vivo y comenzaba a llorar lágrimas de sangre. Cuando la Hermana logra explicar el hecho, una de las niñas vio el rostro de la Virgen que movía los ojos. El Obispo encomendó examinar las lágrimas al Hospital del Rosario de Irbid a cargo de las Religiosas del Rosario de Jerusalén. Dicho estudio confirmó que se trataba de sangre humana. Aún hoy permanece una de las lágrimas en la mejilla de la imagen. Sucesos similares se han presentado en los últimos años en diferentes partes del mundo. La Virgen llora, “y la gente no sabe por qué”. La respuesta está en nuestros actos que son contrarios a los deseos de su Hijo Jesucristo. Esas lágrimas deberían hacernos reflexionar para cambiar de actitud. Los hijos de Dios se están matando unos a otros, y la compasión ha desaparecido de este mundo. El odio entre los seres que practican distintas religiones se ha incrementado, y la indiferencia para con los que sufren se está agotando. ¡Cómo no va a estar triste nuestra Madre! Perdemos el tiempo en cosas inútiles, en lugar de estar sembrando para recoger frutos que valgan la pena. Desde hace cientos de años en España se acostumbra por tradición que en una fecha determinada, las Fuerzas Armadas salgan a las calles con su vestimenta militar y su armamento, a rendirle honores a Dios. Ahora, con el gobierno actual, que es socialista, y que se ha “distinguido” por impulsar el aborto, todo ello se ha prohibido. La carta escrita en días pasados por el teniente de Artillería Ignacio Román Méndez Sanz con sede en Madrid, lo dice todo: “Como profesional de las Fuerzas Armadas y como católico, estoy perplejo por la falta de respuesta en el estamento militar ante los ataques directos a los sentimientos y creencias más profundos de nuestro Ejército. Entiendo que la disciplina y la obediencia son fundamentales, pero todo tiene un límite... Nadie con conciencia dispararía contra la población civil indefensa o contra su propia familia, por muy claras que fuesen las órdenes dictadas para hacerlo. Sin embargo, no veo reacción alguna dentro de la propia institución militar ante la erradicación del «ser católico», íntimamente enraizado con la milicia desde tiempo inmemorial. Somos capaces de ir a defender a pueblos desconocidos en los lugares más peligrosos y hostiles (y está bien) pero no somos capaces de dar la cara por Dios cuando nos lo están quitando de nuestros acuartelamientos, bases y buques.Alomejor es que nos merecemos el laicismo como religión, porque no tenemos valor para arriesgarnos por Dios. Si nos quitan la fe y los elementos

cristianos de nuestras Fuerzas Armadas será porque a la mayoría no le importe, en especial en las instancias donde hay posibilidad de reconvenir, disentir o dimitir ante una orden de este calibre. ¡Qué pena, Dios mío! Te echan también de aquí sin que nadie te defienda...”. Algo muy extraño está sucediendo en la intimidad de la conciencia y del alma de muchos seres humanos. Hace varios meses asistí a una misa en la cual se casó por la Iglesia Católica una pareja. Una fila muy larga de invitados se formó para recibir la Eucaristía. Entre esas personas se encontraba un matrimonio que posteriormente y por coincidencia ocupó la misma mesa en la cual yo me encontraba durante el banquete. Por separado y en voz baja le pregunté al marido si creía en laVida Eterna. De inmediato me contestó que no.Minutos más tarde le hice la misma pregunta a la esposa, y ella me respondió: “Por supuesto que no creo en laVida Eterna, porque no existe”.Mequedé callado, no les respondí, porque estoy convencido que se trata de un asunto de fe, pero toda la noche me estuve preguntando: Entonces, ¿por qué pasaron a comulgar? No tardé mucho en encontrar la respuesta: Ellos recibieron y siguen recibiendo el cuerpo y la sangre de Jesucristo cada vez que asisten a misa los domingos, únicamente porque piensan que les conviene que la gente los vea que están comulgando. Por convencionalismos sociales y por intereses económicos están dispuestos a todo, incluso a fingir algo que no sienten. ¡Qué triste situación! ¡Qué triste realidad! La verdad es que estamos llamados a algo más bello que no podemos siquiera imaginar. Nos encontramos avanzando fuera del camino y no nos hemos dado cuenta que es importante retomar el sendero correcto. La conversión individual es indispensable para llegar de las manos del diablo a las de Dios; para cruzar de terrenos oscuros donde reinan las tinieblas, a los de la luz. Un maravilloso mundo espiritual existe muy cerca de donde nos desenvolvemos, y no lo estamos viendo. Envejecemos espiritualmente al dejar la oración a un lado y no nos damos cuenta que Dios nos llamará como ladrón nocturno en el día y la hora que menos imaginamos. Muchas personas no quieren pensar en el más allá porque se encuentran muy ocupadas en las cosas de este mundo y desconocen las maravillas que el Señor tiene preparadas para todos aquéllos que lo aman. En la conquista de lo espiritual tropezaremos con más desesperantes resistencias que las encontradas en busca de la gloria terrena. Pero aún así, vale la pena. Tenemos una fe muy pobre que nos impide gozar de esa relación íntima y personal entre la creatura y su Creador. No permitamos que esa rica espiritualidad que teníamos de niños, se nos vaya de las manos. No permitamos que nos arrebaten la fe y las tradiciones cristianas que recibimos de nuestros padres. Cada hogar deberá ser el Hogar de Cristo para que reine la armonía, el amor y la paz espiritual. Cuando sintamos el impulso de privar de la vida a otra persona, de robar, de injuriar, de difamar, o de hacer cualquier daño a nuestro prójimo, pensemos de inmediato: ¿Qué haría Cristo en mi lugar...?

jacobozarzar@yahoo.com

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