Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS

JACOBO ZARZAR GIDI

M I S COSAS

Algunos objetos poseen demasiado valor intrínseco que nada tiene que ver con lo económico. Los cuidamos y los conservamos a través de los años por la importancia afectiva que nos representan. Dentro de ese grupo de cosas se encuentran todas las que por un motivo u otro, nos deparan gratos recuerdos. Un viejo radio de pilas que compré hace ya muchísimo tiempo, una lámpara de luz neón para escritorio que mi madreme regaló para que hiciese las tareas, y un cuchillo tipo romano que utilizaba para salir al campo -con el cual siendo niño pretendía conquistar el universo, son sólo unos cuantos de los objetos con los que me he encariñado. Yo comprendo que muchas personas son prácticas y no lo toman tan en serio, pero independientemente de eso, a mí me dolería perderlos. Al entrar a la secundaria, un día, cuando regresaba de clases, me platicaron que había llegado a casa el señor del bazar. Compró, según me dijeron, al precio que quiso, “los objetos inservibles y viejos”. Como si nos hubiese hecho un favor, cargó con todo lo aparentemente inútil y obsoleto. Cuando escuché lo que me contaban, y presintiendo lo peor, corrí en busca de mis cosas. Crucé los arcaicos andadores de donde colgaban generosos racimos de uva, dejé atrás el terreno donde mi padre sembraba las hortalizas, pasé junto a los árboles frutales de durazno, membrillo y chabacano, tumbé una maceta de geranios y penetré a través de las recámaras hasta llegar a mi ropero. Con la vieja llave de bronce abrí la puerta, me subí en un banquito, y una gran desesperación invadió mi alma. Me alejé de allí ensimismado, gravemente aturdido y con los ojos llorosos una vez que constaté que el entrepaño estaba completamente vacío. No deseaba ver a nadie y que nadie me viera, por lo que traté de evitar toparme con persona alguna. ¡Cómo me dolió perderlos después de tanto tiempo de haberlos conservado con cariño, con esmero y con cuidado…! Al día siguiente y sin resignarme a lo acontecido, indagué la dirección de aquel señor que sin escrúpulos y con el sólo afán de lucro se había llevado objetos para mí demasiado valiosos. Al llegar a su negocio, lo miré sentado en una silla leyendo el periódico. Buscando

con desesperación entre tantos objetos que tenía, de pronto los identifiqué dentro de la vitrina principal en donde con una etiqueta se marcaba el precio de cada uno de ellos, probablemente tres o cuatro veces más del valor que a nosotros nos había pagado. De entre la chamarra de cuero y deslizando el grueso cierre que la protegía, saqué una bolsita conteniendo varios billetes producto de mis ahorros de los últimos años. Alargando la mano se los entregué después de contarlos uno por uno, y a cambio recibí sonriente mis tres apreciados objetos. Llegando a casa, lo primero que hice fue limpiarles el polvo, revisarlos cuidadosamente y desde luego quitarles la etiqueta con el precio. No podía soportar que les impusieran un vulgar valor en monetario que era bastante más inferior que el afectivo. Hoy en día, aún conservo los tres objetos de mi relato. De vez en cuando camino hacia el ropero y los tomo entre mis manos.Me han pagado con creces en recuerdos lo que entregué por su recuperación. El viejo radio de pilas me recuerda a mi padre, que todos los días por las noches escuchaba en su onda corta de madera y de bulbos las noticias que llegaban de ultramar -casi siempre dolorosas de lo acontecido en su querida Palestina; con la lámpara de luz neón evoco ami madre que ese día de una manera especial se preocupó por mi vista y mis estudios; y en el acero del cuchillo veo reflejadas aquellas excursiones de los domingos cuando subir a los cerros no me cansaba, y mojarme bajo la llovía me hacía muy feliz. Ayer tomé la importante determinación de obsequiar esos objetos a mis nietos. Les platicaré la historia de cada uno de ellos para que los valoren. Tengo la firme convicción de que sabrán apreciarlos y darles el mismo cuidado, afecto y atención que su abuelo les dedicó todo el tiempo. Tal vez algún día, también a ellos les traerán recuerdos, porque los que ahora estamos ya no estaremos. No sabemos si a final de cuentas mis cosas vayan a dar nuevamente a un bazar, y se diga de ellas que se vendieron porque se trataba de un viejo radio que ya no funciona, una lámpara fundida que no ilumina, y un cuchillo sin filo de muy poco valor.

jacobozarzar@yahoo.com

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 535544

elsiglo.mx