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LA MISIÓN DE UN LASALLISTA

JACOBO ZARZAR GIDI

Han pasado muchos años. Han sucedido tantas cosas. Los recuerdos de aquellos tiempos se agolpan en nuestra memoria y surgen imágenes de personas cercanas, que ya no se encuentran a nuestro lado. Los nombres y los rostros de algunos maestros y condiscípulos se pierden entre la bruma del olvido. Éramos niños, nuestros padres aún vivían, éramos felices... estábamos en el Instituto Francés. Después de todos estos años, es conveniente hacer un alto en el camino para analizar los beneficios que nos dejaron las enseñanzas de aquellos maestros que estaban impregnados del ideal de San Juan Bautista de La Salle.

Estoy convencido de que todas aquellas cátedras nos fueron preparando poco a poco para lo que sería nuestro momento actual. Sin ellas no habríamos podido estudiar una carrera profesional, una maestría o un doctorado, y mucho menos hacerle frente a la vida. Sin embargo, la intención de aquellos educadores era ir más allá de lo que nosotros en aquel entonces pudimos comprender. Ellos sembraron una semilla que aún germina en nuestra alma. Se nos dio a entender que seríamos lasallistas para toda la vida al ser tierra generosa para la simiente Divina. Sabíamos que era una gran responsabilidad el aceptar y corresponder a la gracia de Dios… y estuvimos de acuerdo.

Enfrentar el mundo, como lo hicimos después, no fue sencillo.Muchas veces fuimos rebeldes a las enseñanzas recibidas, y en otras, hicimos nuestra voluntad por encima de lo que nos marcaba la conciencia. No fue fácil, porque nuestro corazón se hizo duro con los golpes de la vida, comoesos viejos caminos tantas veces transitados… Fuimos perezosos y no nos quisimos involucrar en lo que significa la espiritualidad. Faltamos a la caridad porque pensamos que primero estábamos nosotros, y fuimos tibios para enseñar a otros lo que a nosotros nos habían enseñado.

Algunos tuvieron la suerte de ser llamados a una hora temprana cuando aún eran jóvenes, y respondieron con decisión comprometiéndose en la viña del Señor. Desde pequeños, y gracias a las enseñanzas morales recibidas, ellos trabajaron para llevar almas al Reino de Dios. Fueron llamados al alba, en los comienzos de su vida, y fueron un buen ejemplo para todos aquéllos que los han conocido.

Como sucedió en la parábola, algunos otros hicieron caso del llamado a una edad intermedia. Las dificultades de la vida los mantuvieron entretenidos. No fueron capaces de sacrificarse porque se les olvidó la palabra sacrificio. Fueron vencidos temporalmente por el maligno al no resistir sus tentaciones. Descuidaron a la familia y no fueron buen ejemplo para sus hijos. Destruyeron su matrimonio al no saber dar amor a su pareja. Amaron el dinero, las influencias, los aplausos, las comodidades, el soborno, los caprichos y la abundancia de cosas innecesarias.

Colocaron en un segundo lugar a Jesucristo y enaltecieron los nuevos ídolos del siglo veintiuno. Sufrieron enfermedades y no supieron ofrecerlas a Dios por todos aquéllos que estaban sufriendo más que ellos. Padecieron abandono de sus seres queridos, y tardaron mucho tiempo para darse cuenta que ellos mismos fueron la causa que diera origen a su soledad. A pesar de todo, un día despertaron a la vida y se dieron cuenta que con anterioridad habían sido llamados. Se sintieron avergonzados, y levantando la frente, partieron de regreso a la casa del Padre que estuvo aguardando con amor y paciencia el retorno del hijo pródigo. El enfermo inútil, el andrajoso cubierto con la túnica del pecado, el desobligado para con su familia, aquél que había recibido tantos dones y no se había dado cuenta, regresa a casa después de haber sufrido tanto, porque aquella vieja semilla que un día sembraron en su almalos Hermanos Lasallistas, ahora está fructificando.Dedica varias semanas en limpiar las raíces oscuras del almamediante la confesión frecuente, ya que impiden el crecimiento de la gracia; se inconforma con sus actos del pasado y se lanza a ser un hombre nuevo, un evangelizador con su familia y con aquellos semejantes que lo escuchan y lo siguen. De ahora en adelante está dispuesto a ser luz que ilumina las tinieblas, que orienta y señala el camino en medio de la oscuridad; a ser sal de la tierra que enaltezca los valores morales y humanos, y a ejercer con dignidad la vocación a la que fue llamado. De ahora en adelante sabe que tiene una misión, sabe que su vida no ha sido inútil y espera recuperar el tiempo perdido.

Lasallista es aquél que tiene un continuo diálogo con Dios. Es el que intenta y no descansa hasta conseguir ser misionero en la misma ciudad donde vive para convertirse en pescador de hombres. Comprende que deberá seguir remando mar adentro para echar las redes en un mundo cada vez más conflictivo en el cual abunda la sensualidad, elmaterialismo, la infidelidad y el desprecio por la moral.

Ser Lasallista es ser testigo y colaborador de Cristo, difusor del evangelio y animador de los que se sienten indiferentes al plan de Dios que se ha establecido para su propia salvación. Nadie que pase junto a un Lasallista deberá decir que no se sintió alentado por sus palabras y su ejemplo.

Ser Lasallista es convertirse en un gran defensor de la vida. Algunas veces las nubes borrascosas, el agotamiento de todos los días, el egoísmo y la adversidad intentan disuadirnos de continuar el camino, pero cuando se tiene una misión importante, no se puede ni se debe claudicar. Luchemos todos los días por los valores cristianos originales entre los que se encuentra principalmente la estructura familiar. No permitamos que se destruya, por tratarse del sitio amable donde encontramos desde niños el amor de Dios que ahora tanto buscamos. Ser Lasallista es convertirse en un guerrero defensor de Jesucristo y de la Iglesia, que en estos momentos están siendo duramente atacados por fuerzas demoníacas difíciles de controlar.

Ser Lasallista es convertirse en un enamorado de Cristo y de todo aquello que proviene de Dios. Es descubrir a cada instante la hermosa intención de Aquél que nos amó desde un principio.

Los Lasallistas son hombres y mujeres de fe que diariamente se enfrentan a la vida con esperanza. En todo momento alaban y bendicen a Dios, porque su capacidad de asombro es ilimitada al descubrir las maravillas de la creación.

Lasallista es aquél que se preocupa por socorrer y alentar a los caminantes golpeados y derrotados por la vida. Los anima a que sanen sus heridas, a que se perdonen a sí mismos y a que vean su futuro con optimismo. Los Lasallistas tienen como norma de conducta moral, amar a Dios sobre todas las personas y las cosas, nunca ofenderlo, siempre defenderlo, y delante de los hombres en todo momento reconocerlo. Algunas veces pienso que me gustaría mucho ser maestro Lasallista. Alejarme del mundo de los negocios y dedicar las horas que me quedan a la enseñanza. Observar con alegría que un pequeño niño estuvo al pendiente de mis palabras del día anterior. Descubrir en su mirada, que no solamente puso atención a los razonamientos de historia, biología o matemáticas, sino que guardó en su corazón -como un tesoro, una pequeña semilla de espiritualidad que años más tarde habrá de germinar, semilla que le hablará de Dios y lo hará estremecer cada vez que sienta en el alma Su presencia.

jacobozarzar@yahoo.com

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