La historia que hoy relataré se llevó a cabo en un pequeño y olvidado pueblo de Baja California Sur, llamado Santa Rosalía. Una lluvia torrencial producida por el huracán Jimena había dejado semidestruida la región. En ese lugar todos tienen deudas con alguien más del pueblo. Están acostumbrados a vivir a base de crédito, y en los últimos meses no han podido pagar a los que le deben porque la economía se encuentra totalmente paralizada. El gobierno dejó de hacer inversiones por falta de recursos, y la desocupación se fue incrementando día con día. Debido a lo crítico de la situación, los divorcios aumentaron, y fueron muchas las personas que se enemistaron con otras al no poder cobrar lo que se les debía. En ese clima sumamente estresante, llegó un mediodía al pueblo el director de la mina de cobre llamada “El Boleo” -que se encuentra a varios kilómetros de distancia, y entra al destartalado único hotel llamado El Morro para buscar alojamiento por una noche. Pide una habitación, pero quiere verla antes de contratar para darse cuenta de primera mano si está limpia y confortable. Pone un billete de $1000 pesos en garantía sobre la mesa del recepcionista y sube las escaleras para seleccionar la mejor de todas. El dueño del viejo hotel -que no había tenido un solo cliente en varias semanas, al ver el billete lo recoge y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero del pueblo que cada semana le surtía un poco de carne para su restaurante.
Era la primera vez que el carnicero tenía entre sus manos un papel de tanto valor. Se sintió feliz, pero su alegría no duró mucho tiempo, porque recordó la vieja deuda que había contraído con el criador de cerdos que le surtía los animales vivos para después sacrificarlos. Antes de que su mujer se diera cuenta de lo sucedido y complicara más las cosas, aborda su bicicleta y llega a toda prisa a casa del criador de cerdos, le entrega el billete y salda la deuda. Desde el mes anterior, el criador de cerdos ya no recibía alimento especial para sus animales, porque el tendero de la esquina llamado Venancio le había cancelado el crédito. Tomando eso en cuenta, corre a la tiendita y paga su deuda con el mismo billete de mil pesos que había recibido.
Venancio llevaba semanas enojado con su mujer, todos los días eran pleitos y más pleitos, discusiones y más discusiones, por lo que desde el mes anterior había tomado la determinación de alojarse en el único hotel del pueblo. Como las ventas de forraje habían caído en picada, no pudo pagar su hospedaje y estaban a punto de echarlo a la calle. Con tristeza tomó el billete de $1000 pesos y se lo llevó al hotelero para que se cobrara la deuda. En ese momento, el dueño de la mina “El Boleo” termina de revisar una por una las habitaciones del hotel, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va de la ciudad. Nadie ha ganado un peso, pero ahora todos los personajes protagonistas de esta historia viven sin deudas, se sienten contentos y han recobrado la confianza en la vida. Los achaques, la depresión y la mayoría de las enfermedades imaginarias que sentían antes de lo acontecido ya no existen, el mal humor desapareció y de nueva cuenta se hacen proyectos. Los ancianos se sienten jóvenes y los adultos vuelven a sonreír como si fueran niños. Al analizar el relato, nos damos cuenta de la enorme importancia que tiene el hecho de que en un país existan inversiones y circulante respaldados por trabajo. Se crea movimiento, prosperidad y armonía. Sin embargo, lo que hace daño es tener circulante en exceso que cause inflación creando billetes sin respaldo de actividades productivas. El gobierno debe calcular muy bien los dineros que pone a circular, porque si aprieta demasiado se arriesga a que haya un levantamiento social de terribles consecuencias. En la actualidad, las familias están sufriendo mucho y hacen un gran esfuerzo para sostenerse. Sienten que el día de paga está muy lejos para volver a cobrar otra vez ese sueldo que tanta falta les hace, y muchas veces tienen que acudir a prestamistas que les cobran elevados intereses.
Se necesita que las familias tengan estabilidad económica para que exista cierta tranquilidad entre la pareja, para que vean a sus hijos con amor, para que sientan en su vida un futuro esperanzador. En la historia que ahora menciono, ni siquiera el billete de mil pesos se quedó en el pueblo, únicamente circuló, y posteriormente se lo llevó la misma persona que lo había traído, sin embargo, hizo mucho bien porque todos pudieron pagar sus deudas. Ojalá que la paz y la serenidad regresen a nuestra Patria para que de nuevo fluyan la confianza y las inversiones que tanta falta nos hacen y que nos pueden dar abundantes fuentes de trabajo. Ojalá que los gobiernos trabajen con honestidad y eficiencia, que sean capaces y responsables, para que hagan sus planeaciones correctamente y no permitan que en algún jacal, se encuentre uno o varios niños muriéndose de hambre… así como también un padre desesperado al no poder encontrar trabajo.
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