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EL GRAN AUSENTE

POR JACOBO ZARZAR GIDI

“Que mi alma te alabe Señor para que te ame; y que te ame para que te alabe”. San Agustín

El mes pasado, tuve la inquietud de escribir acerca de un tema muy importante. Me di cuenta que en algunas universidades del país -a pesar de ser católicas- no se habla de Dios abiertamente. Da la impresión de que tienen temor de reconocerlo delante de los hombres.

Se imparten con mucho éxito las materias propias de cada carrera, pero si algún alumno no escuchó hablar de Nuestro Señor Jesucristo en su niñez y en su juventud, tampoco lo escuchará en esos lugares. Le estuve dando vueltas al asunto, no sabía si escribir o no escribir sobre ese tema, y posteriormente desistí de ello porque muchas personas a las que consulté, que están relacionadas con dichas universidades, me dijeron: “que en esa edad ya no era necesario hablar de Dios a los alumnos, que eso estaba bien durante la primaria, la secundaria y cuando mucho en la preparatoria, pero no en profesional”. Me aclararon con mucha firmeza, que en esa etapa, “únicamente se les debe impartir valores, pero no doctrina”. Tres días después -en un viaje que hice a Guadalajara, entré a conocer la Catedral.Al pie de la hermosa imagen del “Señor del Perdón”, vi por casualidad en la Hoja Parroquial de la Arquidiócesis una frase que decía: “¡ES BUENA IDEA LLEVAR A CRISTO A LA UNIVERSIDAD!”.

Después de ese suceso para mi inesperado y sorprendente, he querido retomar el tema y llegar al fondo del asunto, a pesar de que pueden existir muchas opiniones al respecto. Durante años hemos estado diciéndole a Dios que se salga de nuestras escuelas, que se salga de nuestro gobierno, y que se salga de nuestras vidas. Le hemos exigido que nos deje solos, que no lo necesitamos, que podemos seguir adelante sin su ayuda. Muchas cosas negativas, violentas y tristes han surgido desde ese momento. El mal fue ganando terreno, y la bondad de las almas perdió su fuerza. En los Estados Unidos se dejó de leer la Biblia en las escuelas porque unos cuantos así lo pidieron; posteriormente proliferaron las clínicas de aborto y se motivó a las jóvenes a que abortaran si así lo deseaban, incluso sin que sus padres estuviesen enterados. Se repartieron condones en las escuelas para que los jóvenes “se divirtieran” al máximo, y con la libre expresión como bandera creció la pornografía que llegó a los hogares provocando millones de divorcios.

Se grabó música que estimula las violaciones, las drogas, los suicidios y los temas satánicos, pero nadie dijo nada porque hicieron creer que eso no era más que diversión de los jóvenes y que no tenía efectos negativos. Sin embargo, ahora estamos viendo las consecuencias.

Muchos jóvenes no se han dado cuenta que privar de la vida a una persona es una ofensa muy grande contra Dios. Los homicidios aumentan diariamente. Tal vez un verdadero hogar, una educación con valores y unos padres unidos por el sacramento del matrimonio lo hubieran evitado. Es una necesidad que el ser humano se acompañe de Dios en su total recorrido por la vida. No unos años “sí” y los demás “no”. Las empresas son importantes, el trabajo lo es, pero lo verdaderamente valioso está en casa después de trabajar: LA FAMILIA.

Tener un cálido hogar, no tiene precio. Se mandó a Dios a la basura y posteriormente nos preguntamos a cada momento: ¿Por qué está el mundo en proceso de destrucción? Si suprimimos hablar de Dios en público, en el trabajo y en el hogar, si no deseamos estar en contacto con nuestro Padre que nos ha dado la vida y al que le debemos todo, ¿cómo queremos que el mundo esté mejor? Diariamente nos preocupamos de lo que opinan los demás de nosotros, pero no de lo que Dios piensa de nosotros. Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y comprometerse con Él, aunque no seamos sacerdotes ni religiosos. Esencial es que se les hable de Dios a los jóvenes en su paso por la universidad para que refuercen los valores adquiridos con anterioridad y para que formen con el tiempo un matrimonio cristiano que resista los duros golpes que la vida les dará. Es importante para que se reencuentren con la Gracia de Cristo que es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla.

Es de gran valor que reciban entre sus materias una o más clases de Apologética, para que sepan con conocimiento y con valor defender su religión. Es importante que conozcan el mensaje de Jesucristo, y se enteren que dio la vida por nosotros para que todos tuviésemos la oportunidad de salvarnos. Lo es también para que recuerden las oraciones que aprendieron con anterioridad, y que ahora tal vez permanecen olvidadas. Es importante conocer la Revelación divina, por medio de la cual Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, es decir, al conocimiento de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los pueblos y a todos los hombres y que así, la Revelación llegue hasta los confines del mundo.

En algunas universidades se olvida “el servicio a los demás”. Es de suma importancia que los jóvenes visiten las zonas marginadas de su región para que descubran la otra cara de la moneda… la que necesita más atención, para que se enteren que una gran parte de la población no tuvo las mismas oportunidades que ellos.

Cuando se decidan, se darán cuenta lo que significa la solidaridad para con nuestros hermanos desprotegidos, aquéllos que nada tienen y que todo quisieran tener. Conocerán a los olvidados de la sociedad, a los despreciados, a los que únicamente se les toma en cuenta cuando los políticos necesitan de sus votos. No olvidemos que Cristo se comprometió con los más pobres, y por eso es importante promover la dignidad de la persona, el bien común, la superación personal y la adquisición a temprana edad de un verdadero proyecto de vida.

Cuando terminen sus estudios, valorarán esas materias fundamentales que impulsaron su espiritualidad. Ellas se convertirán con los años en signo de consuelo, misericordia, fortaleza y esperanza, al mismo tiempo que todo lo demás aprendido se considerará prácticamente obsoleto.

En estos momentos recuerdo una hermosa poesía de Amado Nervo que se llama “Tú”, la cual nos impulsa a restituir a Nuestro Amado Maestro en el sitio de Rey que le pertenece.

Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa hondura del vacío y en la hondura interior. Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa; Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor. Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer; Tú en la capilla fúnebre y en la noche de bodas; Tú en el beso primero y en el beso postrer.

Tú en los ojos azules y en los ojos obscuros; Tú en la frivolidad quinceañera, y también en las graves ternezas de los años maduros; Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén. Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita:

“Yo creo”. ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe! jacobozarzar@yahoo.com

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