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LA VIRGEN DE GUADALUPE

POR JACOBO ZARZAR GIDI

“Es un rostro de tal belleza, Gracia y hermosura, que merece Ser llamado hermosura de Dios”. (Mateo de la Cruz)

Hace varios años, después de participar en un Congreso de Pastoral Penitenciaria celebrado en la ciudad de Toluca, al cual no pudo asistir el PadreManuelito por razones de salud, acudí en la Ciudad de México a la Basílica de Guadalupe para visitar a la Santísima Virgen María. Al entrar, después de observar con detenimiento la hermosa arquitectura de la Basílica, miré con asombro, que un humilde indígena con el torso y las piernas desnudas, posiblemente nativo de alguna sierra cercana al Valle de México, había entrado por uno de los pasillos portando una planta fresca de maíz, unida a una espléndida mazorca, para dar gracias a la Reina del cielo por la cosecha levantada. Era aquélla la mejor demostración de agradecimiento que jamás había visto, acompañada de una fe sencilla, sin complicaciones, grande y a toda prueba. Al ver la escena, recordé varios hechos históricos relacionados con las apariciones de la Virgen de Guadalupe y las investigaciones científicas que se han realizado en la tilma de Juan Diego.

El científico José Aste Tonsman dedicó muchos espacios de su vida a “digitalizar” los ojos de la imagen Guadalupana, a través de un estudio técnico y bien estructurado en la utilización de los microdensitómetros y computadoras -aunque para muchos la investigación no tenga un cien por ciento de seguridad científica. Pero, ¿no son así los milagros? Aparecen frente a nuestros ojos de una forma velada, no muy clara, a veces confusa, y es allí donde la fe cobra un valor importante.

Catorce figuras humanas se observan en los ojos de la Virgen, captadas en formas y atuendos extraños. En febrero de 1979, y mediante la utilización de sofisticadas computadoras, José Aste Tonsman, ingeniero civil y doctor por la universidad de Cornell en Nueva York, descubre la figura de “un indio sentado” en el ojo izquierdo de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Cronológicamente, “un hombre con barba” fue el segundo hallazgo, esta vez en el ojo derecho. Posteriormente nos relata el investigador que aparecen también un tercer y cuarto personaje: un “anciano” -supuestamente fray Juan de Zumárraga- y su traductor (ambos en el ojo izquierdo). Aparece también la figura del supuesto indio Juan Diego extendiendo la tilma.

Las computadoras no ven imagen alguna y tampoco flores en la superficie del ayate que parece extender Juan Diego. Los ordenadores descubren en el ojo izquierdo a un personaje muy interesante: “una mujer de piel y de rasgos negros”. Pero, ¿quién era esa mujer negra, y qué estaba haciendo en ese importante momento históricoreligioso? Según todos los indicios, era una esclava al servicio del primer obispo de México, Fray Juan de Zumárraga.

Mediante el sistema de “mapeo”, Aste Tonsman localiza en el ojo derecho las mismas figuras que había descubierto en el izquierdo. Esto desarticula toda posibilidad de casualidad en la formación de las imágenes. Tonsman agota todas las posibilidades técnicas y lleva a cabo un interesante ejercicio: hizo que tomaran una fotografía de los ojos de una de sus hijas (sin estar él presente) y sometió la foto al mismo estudio de proceso digital con el que había obtenido las conocidas imágenes en los ojos de la Guadalupana. Ante la sorpresa general, el científico adivinó qué personas -además del fotógrafo- estaban reflejadas en los ojos de la muchacha en el momento de hacer la fotografía. Estas personas estaban reflejadas en las córneas de la hija. Repitió después el experimento con unos ojos pintados en un cuadro, pero sólo obtuvo manchas informes, como en las restantes áreas del lienzo. Estas experiencias -en opinión de los estudiosos del tema- fueron concluyentes.

Aparece finalmente en ambos ojos el llamado “grupo familiar”, que rompe toda la posible lógica de la escena. En opinión de Tonsman, este grupo -con el que se completan las catorce figuras- encierra algún mensaje que no ha podido ser develado aún. Los diferentes volúmenes, grado de luminosidad y ángulos que presentan las mismas figuras de ambos ojos encajan perfectamente en el fenómeno de la visión estereoscópica. Los alargamientos de algunas de las imágenes -según Tonsmancorresponden a la reflexión de las mismas en una superficie convexa, como es el ojo humano. Una figura plana -dice el descubridor- hubiera provocado desconfianza. Aun con la tecnología actual sería imposible pintar imágenes de estas pequeñísimas dimensiones con la precisión y detalles que aparecen en las figuras rescatadas por las computadoras, y mucho menos teniendo en cuenta el tosco material que constituye el ayate. (Recordemos que el diámetro real de las córneas en la imagen original que aparece en la tilma de Juan Diego es de siete a ocho milímetros). En una segunda fase de su investigación, el doctor Tonsman trata de lograr la reconstrucción de la escena en tres dimensiones.

La investigación del doctor Tonsman constituye una hipótesis de trabajo y, en consecuencia, una suposición imposible de comprobar con nuestros medios actuales. Cada quien puede aceptar o rechazar dicha teoría, en base a la información aquí aportada, y más que nada, tomando en cuenta lo que su fe y su corazón le dicten.

El Dr. Homero Hernández Illescas, astrónomo e investigador, descubrió que las 46 estrellas que aparecen en el manto de la Virgen no están puestas al azar, sino que corresponden a su posición en las constelaciones durante el solsticio invernal de 1531.

Sorprendente es también darnos cuenta que la Virgen inclina con suavidad la cabeza hacia su derecha, para que la costura vertical del ayate no altere la serena belleza de su rostro. El porqué sucedió así y cómo, es un misterio, y por lo tanto nadie lo puede explicar. De lo que parece ufanarse más la Santísima Virgen, es de la Cruz que lleva pendiente del cuello y que muy pocos han observado. La lleva como gran señal que preconiza la divina alcurnia de que procede, y el testimonio de más peso de su origen maravilloso. Se trata de la única alhaja de gran valor que luce en su vestido. La imagen tiene ceñida la túnica superior a la cintura con un cíngulo (cinto) morado -casi negro, que en esa época, las mujeres indias lo usaban en señal de que estaban embarazadas. El 14 de noviembre de 1921, manos criminales colocaron un cartucho de dinamita a los pies de la santa imagen. Lo hizo un joven de cabello color azafrán, que supuestamente entró a “orar”, acompañado de 50 policías vestidos de paisano. Subió “devoto” hasta el mismo altar y colocó un enorme ramo de flores.

Escondida en él llevaba una poderosa bomba de dinamita con dispositivo que la activara. La espantosa explosión causó muchos desperfectos en el altar y en la basílica, se destruyó el mármol que sostenía a la imagen, hizo volar por los aires los pesados candeleros y retorció un gran crucifijo de metal que todavía hoy se exhibe y que protegió la túnica y el cristal que le cubría, quedando la sagrada imagen inexplicablemente ilesa. Testigo mudo del cobarde atentado, el Cristo arqueado del altar guadalupano. Desde aquel invierno de 1531 hasta nuestros días, la imagen de la Virgen -tal vez pintada milagrosamente por los ángeles, aparece cada vez más bella en el ayate a pesar de estar hecho de fibra de la planta del maguey. Frágil tela, paño pobre de tosco material, muro fortísimo que contiene y amansa pasiones, que serena tempestades humanas, resiste atentados y despeja nubarrones de odio. Al verla, se aclaran las inquietudes del alma, y la paz del espíritu retorna al corazón de los seres humanos. Reconcilia a las familias y les da fortaleza en los momentos difíciles.

Con sus manitas juntas nos invita a orar, y su gran humildad la corona como Reina de todos los mexicanos.

A Ella le abrimos el corazón por ser la mejor confidente, y le contamos nuestras cuitas, la veneramos y nuestra oración llega al cielo por su intermediación. Ha sido madre para todos los que quieren ser sus hijos, y también para los que por un motivo u otro la desprecian, porque el Señor la enalteció al nombrarla Madre de su único Hijo. Sus apariciones son un regalo de Dios para la humanidad y en especial para México, porque “no hizo cosa igual con ninguna otra nación”. Tilma bendita que todos quieren mirar, consuelo de los tristes, salud de los enfermos, refugio de los angustiados, y fuente de perdón para los pecadores.

Desde su callado mirar, habla María de lo que los ojos no alcanzan a ver y va descubriendo en el hombre el misterio de su destino inmortal. La tilma tosca de Juan Diego representa a la humanidad, en la cual se encuentra incrustada milagrosamente la delicada imagen de la Virgen en su advocación Guadalupana. Ella es la ternura de una madre que atiende nuestras súplicas y el camino seguro que nos conduce a Jesucristo.

Jacobozarzar@ yahoo.com

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