AYÚDANOS SEÑOR!
“Me has dado tantas cosas, mi precioso Jesús.
Me has dado fe, me has dado paz,
Me has dado amor”.
Nuestra ciudad ha sido bendecida por hombres y mujeres heroicos que continúan sosteniendo a su familia a pesar de la pobreza económica en la cual viven. Ellos luchan todos los días para hacer de sus hijos personas de bien, que conserven y transmitan valores morales a todos y cada uno de sus descendientes, a pesar de que muchas de las veces no traen un solo centavo en la bolsa, y no saben si tendrán dinero para alimentarlos la semana siguiente. Ellos sobreviven porque conservan la esperanza, y sobre todo porque su familia se encuentra cimentada en la roca fuerte llamada Jesucristo.
Ha sido bendecida nuestra ciudad porque esos padres de familia tienen la gracia de vivir los valores cristianos en casa. Diariamente motivan a sus hijos para que estudien y les marcan el camino para que triunfen en la vida. Tenemos también madres preocupadas por sus hijas que en la actualidad están siendo acechadas por tantos peligros que existen en las calles. Ellas tienen el don de lágrimas que enternece al Señor, y a cambio reciben una buena dosis de fortaleza. Tienen un corazón noble que no se da por vencido, que lucha día y noche para rescatar al amor de sus entrañas de todas las amenazas que a diario las persigue. Están al pendiente del joven que las acompaña y de la hora en que llegan por las noches. Y si un día, esa madre se da cuenta que su hija soltera está embarazada, el mundo se le viene encima, porque piensa que de nada sirvieron tantos sacrificios y tantas recomendaciones. Después de ese inesperado y desagradable momento, ellas vigilan que no vaya a abortar, porque está de por medio una vida, y analizan si es o no conveniente que traten al joven como de la familia, porque en esos momentos desconocen si en el futuro le convendrá a su hija casarse con él. ¡Cómo podrás darte cuenta Señor, son tantas las cosas que nos mortifican!
A pesar de todo, ¡Tenemos mucho de qué darte gracias Padre nuestro! En los hogares cristianos aún se conservan la fe, la esperanza y el amor. En el atardecer de la vida, cuando los achaques comienzan a aparecer y sufrimos en carne propia las enfermedades que tanto temimos años atrás, de pronto aparecen los nietos como un hermoso retoño de primavera. Como un viento fresco que cicatriza nuestras heridas. Como un venero de aguas cristalinas que sacia nuestra sed. ¡Bendito seas Señor!
Te pedimos que protejas a nuestros jóvenes. Se aproximan años difíciles con una economía complicada y deprimida. Algunos de ellos sentirán la tentación de caer en el consumo de las drogas y Tú sabes que no se detendrán hasta tocar fondo. Les hará mucho daño, porque no podrán formar una familia normal. Un terrible monstruo de sexo y violencia los atrapará sin misericordia, doblegará su voluntad y los convertirá en esclavos. ¡Eso no lo queremos para nuestros hijos!
Dios no desea que nos sintamos solos, vacíos o deprimidos. Algunas veces damos demasiadas cosas materiales a nuestros hijos, pero no les proporcionamos lo más importante que es el buen ejemplo basado en la experiencia enriquecedora de la vida de Jesucristo. ¡Somos caminantes Señor, vamos hacia Ti, aligéranos el camino!
Otro problema que tenemos Señor es el siguiente: En la ciudad donde vivimos estamos padeciendo un suicidio cada quince días. La mayoría son jóvenes que se encontraban en su mejor época y no la valoraron, algunos de ellos eran niños. Se lanzaron tras la felicidad, y al ver que no la encontraban como tantas veces la imaginaron, cayeron en la depresión con fatales consecuencias. Cuando leemos en el periódico del día siguiente la terrible noticia, nos entristecemos porque no pudimos estar cerca para hacerlos desistir. Pero ¿cómo íbamos a saber? Ellos sintieron un vacío tan grande, que no soportaron seguir viviendo de esa manera. No tuvieron un proyecto de vida en el cual incluyeran a Dios en su alma. Se desesperaron y buscaron una salida falsa a todas sus angustias y a todos sus temores. ¡Perdónalos Señor y dale fortaleza a su familia!
Desde que autorizaron el aborto en el Distrito Federal, se han presentado más de doce mil asesinatos en clínicas médicas -con el consentimiento en la mayoría de los casos de los progenitores de la joven madre, a pesar de saber que el embrión humano es un ser vivo. Las autoridades de salubridad están “muy contentas” porque todas las mujeres que abortaron han sobrevivido (con excepción de una que falleció), pero no comentan en voz alta el destino de esas criaturas que fueron masacradas. ¡Perdónanos Señor porque no sabemos lo que estamos haciendo!
Otro problema que tenemos en nuestra comunidad es la influencia nociva que ejercen las películas y sobre todo las telenovelas. Ellas apoyan con mucho éxito las relaciones sexuales prematrimoniales y el adulterio, echando por la borda la gran importancia que tiene el sacramento que instituiste hace dos mil años. De esa manera dejamos de tener a Dios en nuestra vida y vendemos la progenitura Divina por unas cuantas monedas que finalmente nada valdrán. ¡Señor, ten piedad de nosotros!
Las enfermedades, Señor, nos están matando. Por doquier escucho que tal o cual persona tienen cáncer o leucemia. El dolor que sienten en sus últimos días, no se puede aplacar ni siquiera con morfina -con eso te digo todo. La fe de tu pueblo es muy grande, pero también el dolor que padecen. No es que no queramos sufrir por amor a Ti, pero algunas veces se vuelve insoportable. Lo que deseamos es no caer en la desesperación, porque el que sufre sin esperanza, muy pronto se hunde y puede tomar caminos equivocados. Cuando te acercas tanto a la muerte, empiezas a pensar cómo has vivido y cómo has tratado a la gente. ¡El Señor nos consolará!
Uno de los pecados que con mayor frecuencia cometemos -y que te ha de molestar bastante, es el de “omisión”. Nos negamos a evangelizar abiertamente a todo aquél que permanece alejado de Dios. Una nueva ola de ateísmo, agnosticismo e indiferencia religiosa llega de Europa -a la que debemos ahora por caridad volver a evangelizar, y va influenciando con mucha rapidez nuestra débil espiritualidad. Ya sabemos que una cosa es preguntar y otra interrogar, pero un alma es un alma… y el Señor hacía todo lo posible para que no se perdieran. Es muy cómodo para nosotros no intervenir en la vida de otros -sobre todo porque al hacerlo llevamos el riesgo de que se nos diga con claridad “que no nos metamos en lo que no nos importa”. No demos por sentado que la persona que está junto a nosotros sabe que lo que está haciendo está mal, ayudémoslo a encontrarse o a reencontrarse con Jesucristo, porque tal vez ésa puede ser su última oportunidad. Recordemos que el santo cura de Ars, -San Juan Bautista María Vianney, convirtió a 280 mil personas por medio de la corrección. ¡Regrésanos Señor al terreno ardiente de la Verdad!
Te pedimos perdón Señor por esos labios que no sonrieron, por esos oídos que no escucharon, por esa mano que no tendimos, por esa verdad que no supimos defender, por esa tristeza que no comprendí, por ese dolor que no sané, por esos sueños que no pude alcanzar, por ese corazón que amó sólo a veces, por esas palabras de estímulo que por egoísmo callé, por esa mirada que faltando a la caridad desvié, por ese agradecimiento que no expresé, y por esa pena que no supe mitigar. Perdón porque me han perdonado y no he sabido perdonar, porque me han amado y no supe del todo amar, porque me has protegido y no supe proteger, porque me has consolado y no supe consolar, porque me has arropado y no supe abrigar.
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