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MÁS LEÑA EN LA HOGUERA

POR SALVADOR KALIFA

El miércoles pasado la Reserva Federal (Fed) anunció que aplicará una segunda ronda de relajamiento cuantitativo hasta por $600 mil millones de dólares (mmd), que destinará a la compra de bonos del tesoro estadounidense.

La medida no sorprendió a los mercados financieros, que ya habían comenzado a descontarla desde fines de Agosto, en gran parte por las señales que envió en ese sentido Ben Bernanke, Presidente de la Fed.

Una de esas señales fue su declaración en una conferencia en Boston, a mediados del mes pasado, que quizá se necesitará un estímulo monetario adicional, dado que la inflación es demasiado baja y el desempleo muy alto en Estados Unidos (EU).

No cabe duda que los funcionarios de la Fed están seriamente preocupados por el desempeño de la economía estadounidense. Algo ven o temen que los anima a entrar en terrenos inexplorados de política económica, sin tener una idea clara de sus repercusiones directas ni de sus efectos colaterales adversos.

Considero que su gran temor es la combinación de deflación y recesión en EU, lo que sería devastador para el mundo, y más en concreto, para México. Me parece que la decisión de la Fed se inclinó por el menor de los males, más que por una cura para todos ellos.

El propósito del relajamiento cuantitativo es, en esencia, reducir los rendimientos de los instrumentos de deuda de largo plazo y debilitar al dólar. Con ello se busca que los consumidores gasten más, las empresas inviertan más, los inversionistas dirijan sus recursos a activos de mayor riesgo y aumente la demanda externa por los productos estadounidenses.

Esa política ha tenido ya un éxito parcial, particularmente en el terreno financiero. Es evidente que el relajamiento cuantitativo logró que disminuyeran las tasas de interés desde que se conoció en agosto la posibilidad que eso ocurriera.

Los inversionistas también se volcaron desde entonces a los mercados bursátiles, tanto en EU como en la mayoría de las economías emergentes, y el entusiasmo continúa a la fecha. La expectativa de una mayor oferta de dólares se tradujo, además, en una depreciación del dólar en relación con prácticamente todas las monedas que flotan. Falta ver, sin embargo, si este éxito en el terreno financiero se traduce en uno similar para la actividad real, sin exacerbar las presiones inflacionarias en el futuro. La expectativa es que las condiciones financieras más laxas propicien (al estimular el gasto de los consumidores, la inversión de las empresas, y el incremento de las exportaciones) una mejora del crecimiento en un ambiente de precios estables.

No hay certeza que eso vaya a ocurrir. No debemos esperar, además, resultados milagrosos de una política que enfrenta ya rendimientos decrecientes. Los beneficios de esta segunda ronda de relajamiento cuantitativo serán bastante menos notorios que los de la primera, aplicada como respuesta desesperada ante la crisis.

Esto es particularmente cierto en el contexto actual, donde las familias estadounidenses siguen agobiadas por sus niveles de deuda y las empresas cuentan con mucho efectivo y capacidad ociosa, por lo que las menores tasas de interés no necesariamente estimularán su gasto de manera significativa. Mientras se despejan esas dudas, no debemos menospreciar los efectos colaterales adversos del relajamiento cuantitativo, que no se limitan a la posible aparición de presiones inflacionarias en EU.

Hace unas semanas escribí que mucha de la inyección de liquidez de la primera ronda de relajamiento cuantitativo no se quedó en EU, sino que se filtró hacia otras economías, donde apreció sus monedas y elevó el precio de sus activos financieros.

La expectativa de otro relajamiento cuantitativo también estimuló los mercados financieros de esas economías, así como fortaleció sus monedas. El anuncio del 3 de noviembre sólo vino a echar más leña en la hoguera.

La apreciación del euro, por ejemplo, en nada ayuda a economías como Grecia, Portugal, Irlanda y España, agobiadas por sus niveles de deuda soberana, puesto que hace mucho más severo el costo del ajuste económico para sus habitantes.

México, por su parte, también resiente los efectos del relajamiento cuantitativo en EU. La mayor inyección de liquidez se refleja ya, y quizá lo haga más en el futuro cercano, en una creciente entrada de capitales.

Esto aprecia al peso frente al dólar y perjudica al sector exportador. También reduce las tasas de interés y eleva el precio de las acciones, alimentando una burbuja financiera que nos hace, al igual que a otras economías emergentes, muy vulnerables a una reversión de los flujos de capital.

En dicho contexto, será interesante ver la estrategia de política económica que instrumentarán nuestras autoridades para evitar que se presenten trastornos financieros en el futuro.

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