El encuentro del presidente de la república, Felipe Calderón, con los gobernadores en el marco de las reuniones de Diálogo por la Seguridad, arrojó como resultado un nuevo cúmulo de promesas que por sí solas de poco servirán para enfrentar a la delincuencia organizada.
La reunión en el Campo Marte se llevó a cabo en tono cordial, incluso no hubo reclamos y los ahí presentes se comprometieron a dejar a un lado sus “impulsos políticos primarios” para trabajar en unidad. Sin embargo, resulta difícil creer en el discurso, cuando apenas en julio fue el propio Calderón quien se puso la camiseta de primer panista para realizar trabajo electoral a favor de su partido.
Es cierto, ante los altos niveles de inseguridad, la población reclama acciones concretas. Por desgracia de la reunión entre mandatarios con el Ejecutivo, no salió una agenda con acciones y compromisos por realizar. Tampoco se establecieron fechas e indicadores que den a los ciudadanos certeza sobre las estrategias que se implementan contra el crimen.
Por otra parte, las discusiones con intelectuales, organizaciones de la sociedad civil y magistrados, fueron ricas en contenido y permitieron tener una dimensión más global y completa de la inseguridad que se vive en el país. Sin embargo, este diagnóstico se antoja fuera de tiempo, ya que la lucha contra el crimen organizado lleva más de tres años. ¿No era mejor realizar estas reuniones antes de que el presidente se montara la chamarra militar y declarara una guerra en solitario?
El encuentro resulta similar al realizado hace dos años tras el secuestro de Fernando Martí, donde también los políticos se comprometieron a limpiar las corporaciones policiacas, a bajar los índices de secuestros, extorsiones y robos, pero por desgracia todo quedó en promesas.
Y es que mientras los políticos y autoridades estén más interesados en repartir culpas que en ofrecer resultados, poco se podrá lograr en materia de seguridad.