"Guerra: una matanza de gente que no se conoce entre sí para el beneficio de gente que sí se conoce, pero no se mata."
Paul Valery
E acuerda usted cuando los mexicanos nos escandalizábamos por las matanzas indiscriminadas en Estados Unidos? Masacres como la de la escuela Columbine de Colorado en 1999, en la que dos estudiantes mataron a 12 compañeros y un maestro e hirieron a 21, o la de la Universidad de Texas en Austin de 1966, en la que un alumno mató a 16 e hirió a 32, convencieron al mundo que la Unión Americana era una tierra de violencia en que la amplia disponibilidad de armas hacía posible que cualquier loco iniciara una matanza. Hoy esa imagen la tiene México, sólo que las matanzas no son realizadas por locos armados sino por sicarios profesionales que con metódica saña asesinan a inocentes.
Este viernes pasado, 22 de octubre, poco después de las 11 de la noche, hora local, se llevó a cabo en Ciudad Juárez la última de estas matanzas. Un grupo de hombres armados irrumpió en una fiesta de cumpleaños de un adolescente en la colonia Horizontes del Sur y durante 15 minutos disparó de manera indiscriminada contra los asistentes. Al parecer buscaban a alguien, pero nadie sabe a ciencia cierta. Al final 14 jóvenes de entre 13 y 25 años quedaron muertos y 19 heridos, entre ellos un niño de nueve años y dos mujeres embarazas. Esta vez, por lo menos, las autoridades nos han evitado las declaraciones de que algo malo deben haber hecho las víctimas si fueron atacadas de esta manera.
Quizá lo peor de todo es que estas matanzas se han convertido en un hecho común y corriente en nuestro país, mucho más que esas matanzas de trastornados que tanto nos escandalizaban en la Unión Americana. Nada más en lo que va de este 2010 hemos tenido por lo menos siete de estas masacres.
La primera fue la de Villas de Salvárcar, también en Ciudad Juárez, el 31 de enero. En esa ocasión murieron 15 muchachos. Desde Tokio el presidente Felipe Calderón se refirió a los muertos como "pandilleros", sólo para que después tuviera que retractarse públicamente al revelarse que eran buenos estudiantes y deportistas. El mismo 31 de enero un grupo armado irrumpió en un bar llamado El Ferrie en Torreón matando a 10 parroquianos y dejando 20 heridos.
El 15 de mayo Torreón fue testigo de otra matanza, esta vez en un restaurante llamado Juana's. El 28 de mayo 11 personas fueron asesinadas en el centro de rehabilitación Fuerza para Vivir de Gómez Palacio, en la parte duranguense del área metropolitana de Torreón. El 18 de julio se llevó a cabo una nueva matanza en Torreón, en la quinta Italia Inn, con un saldo de 17 muertos. En agosto fueron masacrados 72 inmigrantes ilegales en San Fernando, Tamaulipas, al parecer porque se negaron a trabajar para un grupo de delincuentes. A todas estas matanzas -y seguramente no me he acordado de otras- hay que añadir ahora la de Horizontes del Sur en Ciudad Juárez.
Ya no es posible minimizar la violencia diciendo que se trata de ajustes de cuentas entre narcotraficantes. No podemos seguir aceptando que se siga diciendo que las víctimas sólo obtuvieron lo que se merecían. Hasta donde podemos ver, todos los muertos y heridos son inocentes. Lo que estamos viendo en nuestro país rebasa la violencia en Chicago en los tiempos de la prohibición a las bebidas alcohólicas. Estamos sufriendo una violencia que sólo se registra en guerras. Pero ésta es una guerra dirigida contra la población civil.
GUERRA TRIQUI
La de San Juan Copala también es una guerra. Heriberto Pazos del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) fue asesinado este 23 de octubre en Oaxaca. A este grupo se oponen el Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULTI) y la Unidad de Bienestar Social para la Región Triqui (Ubisort) que actualmente gobierna Copala. Decenas de personas han sido asesinadas como parte de la lucha entre estos grupos. Más de 460 órdenes de aprehensión no han sido ejecutadas por la procuraduría oaxaqueña.
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