Decir mentiras no es bueno; hasta las "blancas" son puente para decir otras graves.
Sin embargo, algunas de ellas tienen una gran creatividad, más cuando son con el propósito de entretener o divertir.
Consideremos que las exageraciones evitan sorprender a algunos, siendo verdaderas delicias para quienes las escuchan y las cuentan.
Son cuestión de creatividad, cualidad que distingue a los latinos y muy particularmente a los mexicanos, entre ellos los norteños, incluidos nosotros mismos.
Los laguneros no nos quedamos atrás y prueba de ello es la buena fama que tenemos entre los habitantes del sur o centro de México; para ejemplificar, les recuerdo a aquel lagunero que le preguntaron algunos "chilangos" por la extensión de la zona conurbada y contestó: "mucho más grande que todo el Distrito Federal, 'nomás' que todavía no la hemos fincado".
Recuerde al famoso Tío Polito de Allende, Coahuila; cuentan que tenía visitantes todo el día, con el único propósito de escucharle contando historias, como aquélla de la cacería de osos blancos en el Polo Norte, cuando una numerosa manada lo atacó y con su escopeta fue matándolos uno a uno, debiendo enfriar su arma en una cubeta que llenó de nieve; así, de vez en vez, la metía en el frío para seguir disparándoles.
Finalmente, al quedarse sin "parque", el oso mayor, jefe de todos, con "charrascas" que referían su ferocidad, se le vino encima.
"¿Y cómo se salvó Tío Polito?", -le preguntaron sus oyentes¬- a lo que respondió: "pos' lo quemé con el cubetazo de agua hirviendo".
Otro personaje inolvidable es el Tío Laureano, de Nava, Coahuila, que respondía a la pregunta de su origen afirmando era de "Nava...York".
De él, nos queda la historia del robo de marranos que sufría constantemente, hasta que un día se puso atento y velando en una noche particularmente oscura, descubrió el momento en que le sacaban la última marrana del "chiquero".
Sin más, salió presuroso y ensillando su "caballo", cabalgó persiguiendo a los cuateros, sin poder alcanzarlos.
Contaba que, de regreso al rancho, con la bestia sudando por el esfuerzo, de pronto le aparecieron al frente dos enormes ojos amarillos que parecía "echaban fuego, sin duda el mismísimo demonio".
El Tío Laureano, no dudó y sacando su pistola, disparó en medio de los ojos del temido aparecido, para descubrir que se trataba de la marrana ensillada, que "había 'voltiao' a verme".
De los sampetrinos tenemos muchas evidencias, encabezados por el escritor Pablo Ortega, que hasta ha publicado libros con historias de su tierra; ni qué decir de mi querido profesor Luis Azpe, que insiste en que hay un dialecto de San Pedro, que debemos rescatar por ser tesoro de la lengua; o Pedro Cárdenas, que en base a su cultura trata de engañar a incautos, como aquel amigo que le insistía en la existencia de los extraterrestres y "el naco" ¬-así le llamamos algunos cercanos- se encargó de deshacer sus argumentaciones, hasta convencer al creyente y acompañantes, para terminar diciéndoles: "bueno, nos vemos, porque se me va el OVNI de las tres".
La historia no termina ahí; al día siguiente, regresó para convencer a los mismos parroquianos de la "Teoría Intervencionista", que, ¬según él, demuestra la influencia de los "Pleyadianos", en la creación de los humanos y, prueba de ello, quedan los documentos de la mitología babilónica y egipcia, con personajes mitad hombre y mitad animal, haciendo notar a Horus y Baal, "este último, por cierto, saliéndole muy feo, parecido al chamuco".
El decano profesor de las ciencias agropecuarias, ingeniero Panchito Rodríguez, no se queda atrás; en algún viaje desde Torreón, a la ciudad de Saltillo, se lució contando historias inverosímiles, entre ellas la de "las grandes cascadas subterráneas que él había escuchado al adentrarse en una cueva misteriosa, ubicada en el Cerro Bola".
Ya de regreso y a punto de entrar a la UAL, el Doctor Jorge Caballero, le comentó: "Oye Panchito, ¿Por qué eres tan mentiroso?", a lo que el personaje respondió: "¿Y qué querías?, ...¿hacer el viaje aburrido o entretenerte con mis historias?"
Sin duda que esos personajes y sus mentiras nos hacen la vida más llevadera, quedando muchas por comentar, que seguramente usted recordará, como aquel tamaulipeco Filósofo de Güémez, o múltiples nuevoleoneses inmortalizados por "El Piporro".
Desde luego que debemos tener plena conciencia de que esas mentiras son cuentos para pasar el tiempo y haríamos bien el aprovechar esa capacidad de inventiva que poseemos los mexicanos, para aplicarla en forma positiva a la vida diaria, particularmente en cuestiones laborales.
Sé que le dejo con algunos recuerdos de otros "mentirosillos", familiares y amigos que nos divierten con ello; por eso, espero sirva el presente "Diálogo" para retomar el tema con narraciones de cercanos, que sin duda le harán pasar momentos agradables.
¿A quién recuerda?
Ydarwich@ual.mx.s