La cruda realidad se hizo evidente el martes pasado cuando México cayó derrotado ante Uruguay por sus errores, su incapacidad para meter goles y su magra actitud competitiva.
Si no ocurre un milagro, el equipo tricolor perderá el domingo contra Argentina y se truncará una vez más el sueño de avanzar a cuartos de final o al añorado quinto partido.
Quedará el grato recuerdo del triunfo contundente contra Francia que enloqueció a los mexicanos y que fue oportunidad de oro para que las televisoras magnificaran a los ídolos del balompié como el "Chicharito", Cuauhtémoc y "Rafa".
Pero la prensa española, ente otros críticos, pusieron los puntos sobre las íes: "México, esa selección que siempre promete, pero que nunca cumple".
Algunos analistas responsabilizaron de la derrota al director técnico Javier Aguirre como si él hubiera cometido los errores defensivos y las pifias a la hora de meter goles.
La estrategia la diseña el entrenador, pero la concretan los jugadores. En otras palabras, los juegos los ganan y los pierden los jugadores con todo y que Aguirre se equivocó al meter a Blanco y Franco desde el inicio del partido y sacar a Guardado en la segunda mitad.
México ha pasado a la segunda ronda desde el Mundial de 1994 para después ser eliminado sin clasificar a los cuartos de final en donde quedan los ocho mejores del mundo.
En esta copa no hizo el ridículo de Francia ni permitió goleadas vergonzosas como Corea, pero sigue sin dar el salto grande a pesar de contar con una larga trayectoria mundialista y tener en sus filas a varias figuras del futbol europeo.
Una vez más la euforia de los medios audiovisuales hizo creer al público que México había avanzado a otro nivel profesional, pero el choque contra Uruguay nos ubicó en la realidad.
Si fuera mejor equipo, México debió ganar con facilidad a Sudáfrica, derrotar a un desorganizado equipo francés y al menos empatar con Uruguay. Así habría avanzado con facilidad para enfrentarse a un Corea del Sur con mejores oportunidades de sobrevivir y protagonizar el quinto partido que el tricolor ha disputado en una sola ocasión.
Fue en el Mundial de 1986, celebrado en México, cuando los aztecas doblegaron a Bulgaria en octavos de final y fueron derrotados por Alemania en serie de penales en el quinto partido.
El conjunto tricolor exhibió en el encuentro con los uruguayos sus fallas crónicas que impiden un juego consistente y efectivo.
Resulta imposible ganar partidos cuando el delantero central Guille Franco no mete goles en tres partidos, vaya, ni siquiera crea situaciones de peligro. Tampoco cuando la defensa comete errores graves y cuando los mexicanos corren y corren, pero sin lograr penetrar a una defensa uruguaya que salió a empatar y sacó la victoria gracias a la impericia azteca.
Queremos creer en milagros y lanzar consignas de "sí se puede" para el conjunto tricolor, pero es mejor ser realistas y conscientes de que Javier Aguirre consiguió la hazaña de clasificar a México al Mundial cuando estaba a punto de la eliminación, pero será imposible ganar al cuadro argentino en base al desempeño demostrado en este Mundial.
México tiene clubes profesionales de prestigio, jugadores de talla internacional, directores técnicos reconocidos, ¿qué falta entonces para llegar al nivel futbolístico de las potencias sudamericanas y europeas?
En primer lugar mentalidad ganadora y en segundo organización, pero insistimos, es difícil aspirar a nuevos horizontes cuando cada cuatro años las televisoras y sus satélites hacen creer a los mexicanos que cuentan con la mejor selección de su historia.
En los partidos contra Sudáfrica, Francia y Uruguay quedó claro que México superó la época de los ratones verdes, pero está lejos de ser una selección de primer mundo.
Tendremos que aguardar al 2014, al 2018 ó el 2022. Ya llegará el momento si se trabaja en serio para ello, por ahora disfrute el partido del domingo, pero sin muchas ilusiones, salvo la de esperar el milagro.