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México entre dos guerras

Las laguneras opinan...

MUSSY UROW

 D Urante el actual sexenio, alrededor de 22,000 mexicanos han muerto por causa de la guerra que el Estado Mexicano ha declarado al narcotráfico. Ese enemigo, "El Narcotráfico", ente informe, desdibujado, que suena como apodo de la lucha libre, difícilmente localizable y que puede tener mil caras y ninguna, mientras más se le ataca, más se multiplica y crece. Pero el combatiente, ni avanza ni descansa porque le aparecen incontables frentes que constantemente cambian de posición; los daños colaterales son imprecisos, pero cada vez más numerosos. El panorama no podría ser más difuso ni complejo.

Los más famosos militares de la antigüedad, sin ir muy lejos, fueron los romanos. Antes de lanzarse en cualquier expedición de combate o conquista de territorio, ya habían enviado a un pequeño grupo conocido como "avanzada." Su tarea principal era recabar información, reconocer el territorio que se pretendía invadir; estudiar cuáles eran las flaquezas y debilidades del enemigo, descubrir sus ventajas, tanto en armas como territoriales. En base a estas noticias, los generales planeaban su estrategia de ataque. Pero en la guerra propuesta por el Estado Mexicano, tal parece que la labor de avanzada -de infiltración, inteligencia y reconocimiento- la ha hecho a la perfección el narcotráfico. En este momento y a nivel nacional, el sentimiento que prevalece en gran parte de la población mexicana es el de inseguridad y una sensación general de desamparo, impotencia y frustración. A nivel local, cualquier rumor prende como yesca seca.

La principal responsabilidad y competencia de cualquier gobierno, entre muchas otras cosas, está en primer lugar la de garantizar la seguridad de los ciudadanos y en segundo, la de crear y ofrecer el ambiente propicio para la generación de fuentes de trabajo. Pero en los últimos años todo eso ha pasado a segundo término y la prioridad ha sido una guerra infructuosa que está agotando, no sólo los recursos materiales del Gobierno, sino la paciencia de la sociedad.

La otra guerra que México debería de estar enfrentando ya, y ésta sí con más probabilidades de éxito es la de la salud de los mexicanos, concretamente, contra la gravísima epidemia de obesidad. Las encuestas nacionales de salud y otros estudios epidemiológicos señalan que uno de cada tres mexicanos adultos padece obesidad. Si se analizan las encuestas que involucran a los niños, el fenómeno adquiere proporciones aún más preocupantes. De acuerdo a datos de las tres encuestas nacionales más importantes sobre enfermedades crónicas, salud y nutrición (Ensec 1993, Ensa 2000 y Ensanut 2006) los resultados arrojan cifras alarmantes de la prevalencia de la obesidad en nuestro país: en un lapso de poco más de 10 años, ha aumentado más del 10% y en la actualidad, 72% de las mujeres y 67% de los hombres mayores de 20 años tienen sobrepeso o son obesos. Este padecimiento es un gravísimo problema de salud pública. Aún estamos a tiempo de prevenir y reducir la cauda de enfermedades que conlleva esta condición, y con ello, el costo económico que representará para el país a la vuelta de 15 o 20 años.

He tenido acceso a una importante obra colectiva publicada recientemente y dirigida, principalmente a médicos y especialistas en diversas áreas de la salud, auspiciada y patrocinada por el Fondo Nestlé para la Nutrición, de la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud), institución filantrópica, preocupada y ocupada por poner al alcance de los tomadores de decisiones, de los investigadores y del público interesado, puntos de vista bien sustentados acerca de cuestiones prioritarias en la salud pública en México.

Se trata de "La obesidad: perspectivas para su comprensión y tratamiento." Esta obra, realizada por un equipo multidisciplinario de investigadores y médicos mexicanos con especialidad en nutrición, endocrinología, medicina interna, psicología, medicina social y colectiva, analizan con seriedad y rigor científico diferentes aspectos y causas del sobrepeso y la obesidad, así como las perspectivas terapeúticas y su relación con estilos de vida, escolaridad, género y nivel socioeconómico entre otros factores.

Aún cuando esta obra pueda interesar al público en general, confieso que algunas secciones resultan de difícil comprensión para el aficionado a la ciencia. Sin embargo, algunos capítulos, como el que trata sobre las posibles causas de la obesidad infantil, se habla de los factores prenatales que contribuyen al problema, como sería la desnutrición en el periodo fetal y su efecto en la conducta alimentaria del individuo durante su existencia; o el que analiza los diferentes estilos de vida y se desmitifican las dietas milagrosas y se especifican los riesgos de éstas, resultan de gran interés para quienes saltan de una dieta a otra o buscan una alimentación sana y balanceada.

Obras como ésta ofrecen a los "tomadores de decisiones sobre salud pública" las herramientas necesarias para crear estrategias viables. "Debido a que nuestro país ocupa el segundo lugar mundial en obesidad y sobrepeso, tanto en niños como en adultos (...) es imperativo crear programas de educación para una nutrición adecuada y la promoción del ejercicio." (doctor Fernando Gabilondo Navarro, director del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán").

¿Y cómo podría ganarse esta guerra contra el sobrepeso y la obesidad? Pues, para empezar, poniendo a trabajar en combinación a las secretarías de Educación Pública y de Salubridad; promoviendo una megacampaña en los medios masivos de comunicación; restringiendo la publicidad de comida "chatarra" en los horarios de televisión infantil; involucrando en esta guerra a los padres de familia y a la sociedad en general, pero ya, antes de que inicie el próximo ciclo escolar.

Con trabajos como el realizado por este grupo de científicos mexicanos, verdaderamente comprometidos con su oficio, así como indudablemente el de muchos otros, la labor de "avanzada", de investigación previa a cualquier planeación de estrategia, ya existe. Resulta difícil entender por qué entonces se elige combatir casi a ciegas a un enemigo inasible y no se atiende con seriedad la oportunidad de hacer algo concreto y con mayores posibilidades de éxito. ¿Tendrá el gobierno la voluntad y las agallas para declarar esta guerra?

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