Siglo Nuevo

México, un país que discapacita

Panorama desalentador para los minusválidos

Durante años, como sociedad hemos construido un país sin acceso para los discapacitados.

Durante años, como sociedad hemos construido un país sin acceso para los discapacitados.

María Elena Holguín

La vida no es sencilla si se tiene una discapacidad física o intelectual y en países como el nuestro se complica aún más, pues lejos de resolver las necesidades de este sector poblacional, dificultamos su existencia imponiéndoles límites en los diversos ámbitos de su vida, muchas veces de forma inconsciente. No se trata de hacer todo por ellos sino de aprender cómo apoyar su desarrollo, y para conseguirlo lo primero que necesitamos hacer es ampliar la visión que tenemos de su condición.

Si alguna vez usted se ha fracturado una pierna, si ha tenido una severa infección en los ojos u oídos, o si una cirugía lo ha forzado a permanecer en cama durante varios días, puede darse una muy ligera idea de lo que significa vivir sin disponer de todos sus sentidos o aptitudes físicas o sensoriales. No ver. No escuchar. No tener la misma capacidad intelectual que el promedio de la gente o ser incapaz de expresar lo que se piensa o siente. No poder caminar o no controlar a voluntad los movimientos de su cuerpo. Estará de acuerdo en que no es sencillo transitar por el mundo cuando se debe enfrentar día a día alguno de estos retos. Y si a ese desafío le sumamos los obstáculos que la sociedad impone a quienes viven con una discapacidad, el escenario puede llegar a ser desolador.

Ser discapacitado es doblemente difícil en un país como el nuestro, donde el panorama para este importante sector de la población dista mucho de ser lo que pregonan las leyes y discursos bienintencionados.

Más allá del sinfín de limitantes que hay en México para su desplazamiento físico, o de las casi nulas oportunidades para que se preparen académicamente y/o puedan desenvolverse en el aspecto profesional, la mayoría de los discapacitados pasa sus días entre muros discriminatorios que sus mismas familias construyen, pues en su afán de protegerlos devalúan por completo las otras destrezas que poseen.

Nuestro país fue uno de los principales promotores de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este instrumento internacional no crea nuevos derechos, sino que busca facilitar el disfrute de los que ya están reconocidos a nivel mundial, y señala un cambio paradigmático de actitudes y enfoques respecto a la gente con discapacidad. No obstante, a dos años de su entrada en vigor todavía no hay nada claro en lo tocante a su aplicación, que implicaría un salto substancial de la exclusión -sinónimo de marginación social- a la inclusión; de la aplicación de un modelo en el que los discapacitados aceptan pasivamente lo que se les ofrece, a uno en el que sean parte activa en la toma de decisiones y en la formulación de su proyecto de vida. Esto nos obliga a hacer un alto en el camino y a reflexionar sobre lo que como mexicanos hemos hecho o dejado de hacer para brindar mayor calidad de vida a los discapacitados.

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