Casi todas nuestras familias ofrecen testimonios de los movimientos generados por alguno de sus miembros y de su contribución a la descendencia.
Cada ser vivo ha sido arrojado a la vida, su destino. En ella encontrará diferentes posibilidades para elegir en congruencia con sus capacidades anatómicas y fisiológicas. Es así que destino y elección convergen a lo largo del ciclo vital.
La evolución de la especie humana muestra una tendencia que la distingue del resto de los animales. Su horizonte de elección es cada vez más mayor y complejo. Las diferencias entre las opciones socialmente aceptadas para una persona del siglo XIX y para otra del XXI son enormes. Hay abundantes ejemplos: del matrimonio por decisión familiar y comunitaria a la pareja por resolución individual; del oficio heredado a la profesión libre; de la inmovilidad a la movilidad social, por el ejercicio profesional, los negocios o la migración, entre muchos otros.
VAYA CAMBIO
“Al que nace pa’ tamal, del cielo le caen las hojas” es un dicho popular que sintetiza claramente el dominio del destino en la perspectiva cultural durante los siglos XX y anteriores. Cada persona asumía con sumisión las grandes decisiones, tomadas por quienes le rodeaban, principalmente su familia de origen y la comunidad en la que vivía.
La transformación de esa visión se presentó en ámbitos diversos. Uno de ellos se ubica en la transición gradual en el rol social de la mujer, que se vio acelerado por la Segunda Guerra Mundial y que impulsó su conversión en protagonista dentro de escenarios exclusivos para el varón, como la obtención de un ingreso económico, la incorporación a los estudios superiores, el ejercicio de una profesión, la designación para cargos ejecutivos (tanto en la empresa pública como privada).
Así se llega a la expresión “nada está escrito”, contraparte radical de la predestinación, y poco a poco nos hacemos a la idea de que cada ser humano tiene el destino -en su acepción de presente y futuro- en sus manos. Los cambios profundos dependen cada vez más del poder de uno, de cada individuo, se torna manifiesto. Casi todas nuestras familias ofrecen testimonios valiosos de los movimientos generados por algunos de sus miembros y de su significativa contribución a la circunstancia actual de la descendencia completa. Como el abuelo que empezó vendiendo fruta, o la bisabuela que emigró a otro país en busca de oportunidades, y cimentaron con su decisión un exitoso negocio o una próspera descendencia de migrantes. En ambos casos, el destino como condena queda superado.
LA INTENCIÓN ES MEJORAR
Todos los seres vivos deciden. Así lo ejercen los virus, los organismos unicelulares, las plantas, los hongos y los animales. Cada uno desde sus propias facultades y en un contexto específico. La meta fundamental es sobrevivir y, si se puede, mantener o incrementar la calidad de vida. El camino está lleno de obstáculos y también de enseñanzas. Mientras más complejo es el viviente, mayor capacidad tiene para aprender y llegar a transmitir los conocimientos obtenidos a su descendencia.
El hombre ha logrado sistematizar ese proceso y cada generación aprovecha el legado de sus antepasados. Primero la transmisión oral y luego la escrita fueron conductos básicos en la Historia. Hoy lo es la transmisión virtual a través de Internet. La información contenida en la red abarca todas las áreas del conocimiento y aporta elementos para la solución de casi todos los problemas actuales. El gran detalle está en la persona que decide, acción a la que nadie puede renunciar.
Cada elección queda enmarcada en un contexto básico, positivo o negativo para el sujeto o para la sociedad, y contribuye a incrementar la posibilidad de que algo suceda. Es así que estudiar con calidad, trabajar creativamente y llevar una vida saludable, son factores que elevan la probabilidad de satisfacción, realización y plenitud para un individuo. A su vez, él se convierte en factor de contagio para su entorno y brinda la oportunidad a los demás de crear su propia historia, de preferencia con un buen trayecto.
El reto es asumir el riesgo de disfrutar del camino con todo lo que implique y continuar el ejercicio de elegir desde lo aprendido. Los errores y los fracasos se interpretan desde esa perspectiva positiva como factores de conversión, auténticos puntos de quiebre o de confirmación ante la ruta andada y la proyección de lo que está por venir. Lo dicho es válido también para quien opta por un camino negativo, donde es mayor la probabilidad de encontrar alguien insatisfecho, frustrado y resentido.
VIVIR CON RESPONSABILIDAD
El animal simple es responsivo, pues reacciona a los estímulos que encuentra en el ambiente. El ser humano es responsable (doblemente responsivo), pues necesita validar sus respuestas, y lo hace en primera instancia ante sí mismo. Es él quien recibe los primeros frutos y quien degustará su sabor, dulce o amargo. En él se encuentra la capacidad de cambiar y avanzar por la misma ruta o por una diferente.
Es responsable quien elige desde la prudencia, valorando distintas opciones, reconociendo los elementos a favor y en contra de lo que se anhela; quien asume las consecuencias, evaluando desde el máximo de beneficios para todos los involucrados; quien modifica lo necesario en su lugar y su momento, para enderezar el rumbo y asegurar un sentido al proyecto de vida; quien acepta las adversidades y se enfrenta a ellas con el entusiasmo de la sobriedad y la pasión de la entrega total; quien detiene sus pasos para disfrutar del paisaje recorrido, saborear el descanso y experimentar cada nueva etapa.
PARA QUE SEAN UNO
Lo que empezó como destino en un sentido genético, se transforma en elección a lo largo de la vida, y a su vez cada deliberación marca nuestro destino. Ambos aspectos contribuyen a lograr un tejido existencial, signado por lo pasado (que ya alcanzó su destino), por lo presente (que se abre a la elección) y por la posibilidad de futuro (como horizonte para nuevas elecciones y un destino definitivo).
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