Resulta normal que en un ambiente de zozobra, como el que se vive en la región debido a la inseguridad, proliferen rumores, muchas veces infundados, relacionados con posibles ataques a la sociedad.
El miedo derivado de los hechos violentos que, cada vez con mayor frecuencia, han golpeado a la región en los últimos años, tiende a turbar a las personas al grado de hacerlas vulnerables a todo tipo de amenazas que corren de boca en boca, de celular en celular, de computadora en computadora.
A esta situación de violencia hay que sumar la desconfianza que un amplio sector de la ciudadanía manifiesta frente a unas autoridades que se han visto rebasadas por el problema de la inseguridad. Desconfianza que, dicho sea de paso, se han ganado a pulso los gobiernos por su probada incompetencia.
Una sociedad con miedo e inmersa en la desconfianza es, pues, un campo fértil para todo tipo de rumores, los cuales son prácticamente imposibles de acallar. Y dichos rumores se transforman, se hacen más grandes, se nutren con detalles difíciles de comprobar. Un amigo que tiene ciertos "contactos" dijo que iba a pasar esto; un familiar escuchó de "buena fuente" que iba a ocurrir lo otro. Esto sucede hoy en La Laguna.
El problema es cuando el rumor en sí mismo puede convertirse en un factor de riesgo para un gran número de personas. Durante el juego de ida de la final del torneo mexicano de futbol, celebrado en el nuevo estadio Corona, se escuchó que los aficionados tenían 30 minutos después del partido para desalojar el recinto porque "algo" iba a acontecer. El viernes pasado corrió la versión de que, sin razón alguna, las escuelas de la región iban a ser atacadas. ¿Qué hubiera ocurrido si dichas "amenazas" hubieran encontrado el suficiente eco como para generar una psicosis colectiva que provocara una estampida en el estadio o en los planteles? Afortunadamente todo quedó en el rumor.
Frente a este tipo de situacines cabe hacer un llamado a la reflexión de la gente, antes de reproducir informaciones inverosímiles que sólo contribuyen a incrementar el miedo y a multiplicar las dudas. La dura crisis que enfrenta la región en materia de seguridad obliga a ser precavidos, que no es lo mismo que ser crédulos; y exige estar informados, que no es igual a estar a merced de los rumores y convertirse en reproductor de los mismos. La prudencia es la mejor aliada que puede tener hoy la ciudadanía.