Jean Cusset, ateo con excepción de cuando la noche del alma es muy oscura, dio un nuevo trago a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y prosiguió:
-En el examen de conciencia yo suelo sacar siempre bajas calificaciones. Creo, sin embargo, que Dios es pródigo en segundas oportunidades. Soy terco en la maldad, pero Él es más terco aún en la misericordia. Eso no significa que quiera yo formarme un Dios blandengue, a la medida de mi conveniencia. Significa que no quiero perder nunca la esperanza que tengo en Su infinito amor.
Hago la cuenta de lo que fui en el año que acaba de pasar. El saldo es, como siempre, desfavorable a mí. Pero no caigo en desesperación: eso es pecado. La pérdida de fe en mí mismo aumenta la fe que tengo en quien me creó, y eso me hace ver en el nuevo año una nueva oportunidad que Dios me da. Procuraré ser bueno. Tal será mi propósito de Año Nuevo. Tal será mi propósito de Yo nuevo.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último trago a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!..