Mi mamá conservaba un hermoso recuerdo de General Cepeda, el pueblo donde pasó su infancia. Había tantas violetas en la plaza, nos contaba, que desde un kilómetro antes de llegar a la villa el aire trascendía a violeta.
Conseguí allá unas plantas y las puse en el jardín de la casa donde vivió ella con mi padre. Ayer que fui encontré las primeras flores, diminutas, escondidas con humildad entre el follaje. Tomé una, aspiré su fragancia, y fue su perfume como uno de los versos que escribía mi madre.
Miro esta violeta de color violeta que me regala a un tiempo el aroma y el recuerdo, y veo a mi mamá, niña en la plaza de su pueblo, blanco el vestido, con un lazo celeste. Llega Alejandra, mi adorada nieta, y le pongo la flor en el cabello. Y son mi nieta y mi mamá la misma niña.
¡Hasta mañana!..