Llega el viajero a Amsterdam, y busca en la calle Leideskade el Café Americain.
Entre sus mesas vaga el fantasma de un fantasma. Este café era uno de los sitios predilectos de Mata Hari, aquella mujer toda misterio, toda seducción. En él hizo la fiesta de sus bodas, y tuvo ahí quizás uno de los pocos momentos felices de su breve vida, acabada trágicamente ante el pelotón de fusilamiento.
Bebe el viajero su café, y de súbito siente un leve roce. ¿Habrá sido el fantasma? ¿O es la tristeza de aquello que fue ayer, y que no es nada hoy? Contempla el viajero la neblina que pasa por la calle -otro fantasma- y piensa si acaso él mismo no es otro espectro nebuloso que ahora está, y mañana -es decir hoy- ya no estará.
¡Hasta mañana!..