Me habría gustado conocer a Dick Martin, comediante norteamericano.
En cierta ocasión vio desde la ventana de su cuarto de hotel a un individuo que en su habitación del ala vecina estaba -digamos- satisfaciéndose a sí mismo. Calculó el posible número de esa habitación, y llamó por teléfono. En efecto, el hombre descolgó la bocina.
-A ver si dejas ya de hacer eso que estás haciendo -le dijo Martin con voz grave.
-¿Quién habla? -se asustó el sujeto.
-Soy Dios -replicó el comediante-. Si sigues con esas cosas te voy a mandar al infierno.
El tipo pudo haber hecho al que llamaba la consabida seña con el dedo medio; bajar la persiana y proseguir su personalísimo quehacer. En vez de eso colgó apresuradamente, y se puso de rodillas junto al lecho para pedir perdón.
La fe es cosa muy buena, pero no cuando es fuente de ignorancia.
¡Hasta mañana!..