Llegó sin avisar y me dijo:
-Soy el corazón.
Me quedé sorprendido, debo confesarlo. Infinidad de veces había oído hablar del corazón, pero nunca había hablado con él. Es más: no había visto ninguno. Le pregunté:
-¿En qué puedo servirte, corazón?
-No se tome confianzas -respondió-. Sólo quiero que diga a sus lectores que no es posible hacer de tripas corazón. Me molesta esa frase que usan con frecuencia, y exijo que no la empleen ya.
-Tenga usted corazón -le supliqué.
Él se mantuvo inconmovible. Y aquí estoy ahora, descorazonado, tratando inútilmente de hacer de tripas corazón.
¡Hasta mañana!..