San Simeón el Estilita es un santo que se conoce bien. De San Noemis, en cambio, nadie ha escuchado hablar.
Pensó San Simeón que el contacto con los hombres lo apartaba de la contemplación de Dios. Entonces hizo levantar una alta columna, subió a ella y se pasó ahí toda la vida en oración.
Cuando murió, Simeón tuvo la certidumbre de que sería admitido de inmediato en la morada celestial. Después de todo se había entregado siempre a la búsqueda de Dios. Se equivocó: el Padre hizo hundir una columna en la tierra, y ordenó que en el extremo se pusiera, cabeza abajo, Simeón, que en adelante, por estar al revés, llevó por nombre el de Noemis. Le dijo el Señor: "A Dios no se le encuentra apartándose de los hombres, sino entre ellos".
La buena noticia es que el castigo de San Simeón no será eterno. Ningún castigo de Dios es infinito. Su amor y su misericordia sí lo son.
¡Hasta mañana!..
