Los niños dioses jugaban cierto día.
Uno de ellos bajó a un pequeño mundo, uno de tantos que en el cosmos hay, y en él por travesura se puso de cabeza, sosteniéndose sobre sus manos. Al ponerse otra vez de pie observó que el mundo se le había pegado en las manos; imposible desprendérselo.
Desde entonces aquel dios niño va cargando el mundo en alto, como una gran pelota. Intenta a veces sacudírselo. Es entonces cuando la tierra tiembla. Pero luego todo vuelve a estar como antes, y el dios pequeño sigue llevando su pesado globo.
Alguna vez se cansará, no cabe duda.
Los niños se cansan pronto.
Y ese día quién sabe qué suceda.
¡Hasta mañana!..