Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que leyó a Darwin, dio un nuevo sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre, y continuó:
- Las religiones se basan en el miedo que los hombres tenemos a la muerte. No sabemos qué hay en el más allá. ¿Cómo podemos saberlo, si ni siquiera sabemos bien qué hay en el más acá?
- Los hombres de religión -siguió diciendo Jean Cusset-. nos han enseñado a pensar en Dios como en un juez severo que acecha nuestra muerte para someternos al tremendo rigor de su justicia. No lo vemos como amoroso padre universal que nos aguarda para inspirarnos nueva vida. Hermosa religión sería aquella que se fincara en el amor a la vida, no en el temor a la muerte. Amables hombres de religión serían aquellos que basaran su tarea en el amor de Dios, no en el miedo a Dios.
Así dijo Jean Cusset, y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...