Inesperados visitantes, llegaron al Potrero dos aves que nunca habíamos visto en la comarca.
Una es de color rojo encendido, más rojo que una brasa o que un encendido corazón. La otra es amarilla, con ese amarillo que -decía Van Gogh- es el color de Dios.
Siempre andan juntas las dos aves. Nos preguntamos si serán pareja; rojo pasión el macho; vestida en oro la hembra. Les ha gustado la ventana que da de la cocina al huerto, y frente a sus cristales hacen sus vuelos y revuelos. ¿Irán a formar su nido en mi rincón?
Misterios tiene la vida, y más misterios aun tiene esa suprema forma de la vida: el amor. Yo no pregunto nada. Ni al amor ni a la vida hago preguntas. Pero aun sin preguntarles, el amor y la vida me responden. Yo amo porque vivo; y vivo porque amo. Ésa es mi respuesta a los misterios.
¡Hasta mañana!...