Se ha llenado de frutos el viejo árbol. Es un chabacano, y cada año que pasa pensamos que será el último que vivirá. El chabacano, sin embargo, no hace caso, y sigue reverdeciendo cada enero, y cada febrero florece con pequeñas flores blancas, y cada mayo nos da su fruto de terciopelo y miel.
¿Volverá a hacer lo mismo el próximo año? No lo sé. Tampoco lo sabe el chabacano, a menos que tenga una sabiduría que no conozco yo. Pero el árbol sigue cumpliendo su labor como si fuera a vivir eternamente. La cercanía de la muerte no le impide echar sus hojas y sus flores, regalar su fruto.
Quiero aprender la lección del chabacano, y vivir con plenitud hasta el final. Debo ser digno de este árbol que en silencio me da el ejemplo de su hoja, de su fruto y de su flor.
¡Hasta mañana!..