"Cantando la cigarra pasó el verano entero...".
Cuando llegó el invierno no tuvo nada qué comer.
La hormiga, en cambio, había trabajado todo el tiempo. Sus graneros estaban bien colmados.
Ya casi muerta de hambre y frío, la cigarra llamó a la puerta de la hormiga. Cualquier fabulista habría dicho que la hormiga no abrió, y dejó que la cigarra pereciera. Yo, sin embargo, no soy un fabulista, y sé que mis culpas son mayores que las de la cigarra. En mi relato, entonces, la hormiga abre la puerta a la cigarra; comparte con ella su comida y fuego; y a cambio del favor la cigarra canta para la hormiga su mejor canción.
No sé quién tenga la razón, si el fabulista o yo. Pero creo que el mundo sería mejor si yo tuviera la razón, y el fabulista no.
¡Hasta mañana!..