Dios suele compadecer a los humanos. Aquel día, sin embargo, el hombre era el que compadecía a Dios.
-Señor -le dijo con sentimiento-. Imagino que los ateos te ponen triste. Es doloroso que la criatura niegue la existencia de su Creador.
-Es cierto -respondió el Señor-. Los ateos me causan tristeza. Hay otros hombres, sin embargo, que me mueven a indignación.
-¿Quiénes son? -quiso saber Adán-.
-Los que afirman mi existencia -contestó Dios-, pero me presentan como un Dios que pone trampas a los hombres para llevarlos a la condenación. Prefiero a quienes dicen que no hay Dios sobre aquéllos que dicen que soy un Dios cruel.
Adán entendió: el Señor prefería no existir que existir como una copia de la maldad humana.
¡Hasta mañana!..