El Funcionario del Estado hizo llamar al señor pérez, y le dijo: -Te perdono la vida. Preguntó, tembloroso, el señor pérez: -¿Por qué me la perdonas? ¿Acaso pesaba sobre mi una condena a muerte? -Ninguna -admitió El Funcionario del Estado-. Por eso mi perdón tiene más mérito. Deberías estar agradecido. Confuso, el señor pérez se alejó después de balbucir unas palabras de agradecimiento. Ahora vive alegre y temeroso al mismo tiempo. Alegre, porque la vida le ha sido perdonada. Temeroso, porque la voluntad del Funcionario es caprichosa, y cualquier día puede dejar sin efecto su perdón. El señor pérez no sabe si está vivo o ya está muerto.
¡Hasta mañana!..