Realmente el Señor no quiso hacer al pavo real. Lo que sucedió es que se le cayeron unos botes de pinturas cuando el ave pasaba por ahí.
Por todas partes se andaba pavoneando el pavo. A la hora del alba desplegaba las plumas de su cola, y pensaba que el sol había salido para verlo.
Cierto día llegó a la orilla de un lago y contempló su imagen reflejada en él. De inmediato fue en busca del Creador.
-¡Gracias, Señor -le dijo conmovido- por haber creado el espejo especialmente para mí!
El Señor escuchó aquello y meneó la cabeza. Dijo:
-No sólo hice al pajarraco ése. Sin darme cuenta hice también la vanidad.
¡Hasta mañana!..