Yo digo que soy un optimista.
Mis amigos opinan que soy otra cosa. Y ellos tienen un gran sentido de la realidad.
No renuncio, sin embargo, al optimismo. Pienso que eso equivale a entregar el futuro al enemigo. Prefiero que me llamen iluso, ingenuo, utopista, o cosas aún peores, antes que entregarme atado de pies y manos a la desesperanza.
El conocimiento de las cosas nos lleva al pesimismo. La fe en nosotros mismos nos ha de llevar al optimismo. Podemos ser pesimistas ante las probabilidades, pero ante las posibilidades debemos ser todos optimistas.
No renunciemos al optimismo.
Sería como renunciar a los amaneceres.
¡Hasta mañana!..