Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que vio un copo de nieve al microscopio, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Los verdaderos sabios (que son los que han vivido mucho, no los que han leído mucho) afirman que no puede existir felicidad completa. Sin ser sabio yo, tampoco lo creo. Y como no podré nunca ser absolutamente feliz, me esfuerzo por estar siempre contento. A lo mejor en eso consiste la verdadera felicidad.
-He descubierto una cosa -siguió diciendo Jean Cusset-. Buscando el origen de la palabra 'contento' encontré que viene del latín contentus, que quiere decir 'estar contenido'. Es decir, limitarse es estar contento, pero no por tenerlo todo, sino por tener aquello que nos contiene en los términos de un justo y agradable bienestar.
-Entonces -añadió Jean Cusset- estar contento, contenido, es la mejor manera de acercarse a la felicidad. El que no contiene o limita sus deseos jamás será feliz, porque no está contento. Es como la riqueza. Yo, por ejemplo, soy muy rico. Pero no porque tenga mucho dinero, sino porque tengo muy pocas necesidades que satisfacer.
Así dijo Jean Cusset. Y no pidió ya otro martini. Para estar contento, según explicó.
¡Hasta mañana!..