¿Es mexicano, o llegó de España? No lo sé. Es un doliente Jesús crucificado que preside la fe de mi ciudad. "El Santo Cristo'' le decimos todos, o también "El Señor de la Capilla''. Mirar su hermosa imagen es rendirse; quien llega a él sale del templo confortado. Aun sangrante y lleno de lacerias, ese Cristo es una fuente de agua que lava toda culpa y pone consuelo en los dolores y tristezas.
Hoy es su día. Allá van mi corazón y mi alma, de la mano, a rezarle al Señor un padrenuestro. Un padremío, porque va en mí desde que yo era niño. Con mis abuelos, mis padres, mis hijos y mis nietos he ido a su casa, la misma siempre desde cuatro siglos.
Más humano que el Cristo de Velázquez, más divino que el Cristo de Unamuno, mi Cristo saltillero abre los brazos. Me está esperando para ceñirme en ellos como en cendal de amor. Ahora estoy muy lejos de él, pero su voz me llama, y algo dentro de mí responde: "Voy, Señor, ya voy''.
¡Hasta mañana!..