La esposa del pescador encendió una lampara en la ventana de su casa para guiar al hombre amado por la nocturna travesía del mar.
Vino la tempestad, y el viento apagó la frágil luz. Todas las lámparas del puerto se apagaron con el furor de la tormenta. La muchacha fue a la ventana con el corazón lleno de angustia. Sus ojos, agrandados por el amor, trataban de ver en la sombría inmensidad.
Muchos marinos perecieron aquella noche. Sin una luz que les mostrara la segura orilla estrellaron sus barcas en las rocas. El esposo de la muchacha, en cambio, llegó con bien al caserío.
-¿Cómo pudiste hallar el puerto? -le preguntaba ella abrazándolo en éxtasis de felicidad-. La lámpara que encendí en la ventana se apagó.
-¿Se apagó? -dijo asombrado el pescador mirando los ojos de su amada-. Yo vi dos lámparas en la ventana de nuestra casa.
¡Hasta mañana!...
