A los 50 años de edad John Dee llegó a una conclusión: todas las teologías eran palabras solamente. Y la filosofía -esclava de la teología- más aún.
Vendió sus libros, pues, y se compró una huerta. Ahí cultivó verduras. Comía de ellas, y lo que le sobraba lo repartía entre los pobres. Miraba con orgullo sus coles, sus lechugas, sus cebollas.
-Éstas no son palabras -sonreía.
Cierta noche John Dee tuvo un extraño sueño. En él se veía ante las puertas del Cielo. San Pedro le decía al Señor:
-Este hombre fue teólogo y filósofo.
-Que espere afuera -contestó el Señor-. Revisaré su vida.
Añadió el portero celestial:
-También hizo producir la tierra, y compartió el fruto de su trabajo con su prójimo.
-Entonces puede entrar -dijo el Señor-. Sus teologías y sus filosofías se las perdono.
¡Hasta mañana!..