Apresado por piratas, Diógenes fue vendido como esclavo en pública subasta.
Vio entre los compradores a un hombre de buen aspecto que, no obstante, hablaba sin ton ni son y actuaba desordenadamente.
- Véndanme a ese hombre -pidió el filósofo a sus captores-. Necesita un amo.
Así fue como Xeniades, que compró a Diógenes, se hizo su pupilo. Y es que Diógenes, el esclavo, era rico -tenía saber-; en tanto que su señor era tan pobre que lo único que tenía era dinero.
Xeniades le dio la libertad a Diógenes. Y Diógenes enseñó a Xeniades a pensar. Le dijo:
- Ahora tú también eres libre.
¡Hasta mañana!..