Compré en una tienda de McAllen, por un dólar, una bolsita de guijarros de colores.
Miro esas pequeñas piedras rojas, verdes, amarillas o de color de cielo, y pienso que por un dólar tengo en mis manos millones de años de sol, de vientos, de agua, de tempestades y fuegos de volcán. Es decir, millones de años de Dios.
Iré al Potrero de Ábrego, y echaré los guijarros en el crecido arroyo. Los llevará no sé hasta dónde. Cuando mis hijos eran niños buscaban en el cauce guijas coloridas, y al encontrar alguna se alegraban. Lo mismo hacen ahora los hijos de mis hijos.
Habrá nuevos guijarros en el río. Los pondré yo, y los veré rodar corriente abajo. Pasará un siglo, pasarán mil años, o millones de años. Pero las aguas del arroyo serán las mismas aguas, y quizá yo seré el niño que gritará, feliz, al encontrar en ellas una pequeña piedra roja, verde, amarilla o de color de cielo.
¡Hasta mañana!..