En una tienda de lance en Nueva York encontré un reloj rarísimo. Es atómico, según me dijo el vendedor, y da la hora con una millonésima de segundo de desviación cada año. Como hace varios ya que lo compré, no sé si ahora el reloj va adelantado o atrasado. Aun así lo tengo por el reloj más exacto de la casa.
Lo tomé ayer en mis manos, y esperé a que marcara las 10 de la mañana. No soy ni numerólogo ni cabalista, pero pensé que aquella hora tenía algo de mágico: era la décima hora del décimo día del décimo mes de este año terminado en 10.
Aproveché ese instante cabalístico para hacer una silenciosa acción de gracias al misterioso relojero que rige el tic tac eterno de los seres y las cosas. Pensé en la vida, tan grande, y pensé en mi vida, tan pequeña. Pensé en el mundo, maravilloso mundo, y pensé en mi mundo, tan lleno de amorosas maravillas.
Y cuando el reloj marcó las 10.01 di gracias también por esos números -10,10,10,10- que me llevaron a hacer un alto en el camino para intentar que mi camino fuera un poco más alto, siquiera fuese por un solo instante.
¡Hasta mañana!..