El gato gris al que llamamos "Nube" atrapó un ratón de campo.
Lo trae a la casa del rancho y nos lo deja en la puerta. Es un regalo. Nosotros le damos un manjar que sólo goza cuando estamos aquí. Hay una oquedad en el piso de barro de la cocina, y ahí le ponemos leche para que la beba. Ahora él corresponde con ese delicado obsequio, el del ratón.
En la ciudad no tengo tiempo para sacar lecciones de las cosas. Pero aquí en el Potrero las reflexiones se dan como el durazno y la ciruela, en abundancia. Pienso en la gratitud del gato y en las ingratitudes de los hombres. Voy a la cocina y lleno con leche el hueco en el piso de barro. No quiero ser ingrato.
¡Hasta mañana!..